El film consigue introducirnos en el caos y los duros momentos en los que el servicio antiterrorista trabaja a contrarreloj para proteger a la ciudadanía. Pero algún momento lento puede distraernos de la trama.
El film consigue introducirnos en el caos y los duros momentos en los que el servicio antiterrorista trabaja a contrarreloj para proteger a la ciudadanía. Pero algún momento lento puede distraernos de la trama.
Una nueva broma, bien elaborada y cargada de dinamita político-social, es lo que nos trae el film de Adam McKay. Un gran elenco y su ya habitual hábil montaje elaboran una metáfora de nuestro tiempo.
Italia presenta su candidatura a los Oscar con un drama que reinventa el género de mafias. Combina temas de interés como la inmigración, el choque de culturas y el crimen organizado de los barrios bajos.
Se trata de un relato sorprendente. Aunque tiene un planteamiento muy atractivo, No mires a los ojos pierde interés según avanza la historia y se descubren las peculiaridades de los protagonistas.
Una historia desgarradora que profundiza en el abismo del alma humana y revela los oscuros secretos del más allá. Pese a intentar abarcar demasiado puntualmente, acaba ofreciendo una experiencia fascinante.
Un grupo de mercenarios secuestra por sorpresa una familia adinerada en Nochebuena. Santa, que se sale del cliché, aparece para ayudarles. El film regala mucha violencia cómica en una noche poco santa.
Esta aparente noche de paz no es más que una sucesión de escenas de acción, violentas, sangrientas e insulsas. Asimismo, el inverosímil mutismo generalizado acaba aburriendo y enfatiza la falta de emoción.
Aunque cuenta con unos actores protagonistas solventes, Notas sobre un verano se queda en un drama ligero cuyo retrato de los jóvenes en la actualidad es probablemente bastante acertado.
La secuela que dirige Rodo Sayagues es menos efectiva que la original debido a una falta de trabajo en el guion. Cuenta con diálogos postizos, escenas inverosímiles (forzadas para ser convenientes) y una cantidad exagerada de sangre.
El segundo largometraje de Lara Izagirre cohesiona muy bien un argumento medido, un elenco verosímil y lleno de naturalidad, una fotografía y dirección artística eficaces y un final bien cerrado.