Dune: Parte Dos

Cuando una película pisa tan fuerte como lo hizo Dune y abre comparaciones con otras grandes sagas fantásticas y de ciencia ficción, las expectativas a una segunda parte son mayores. Con esto en mente, y tras el retraso debido a la huelga de actores en Hollywood, por fin se puede afirmar que Dune: Parte Dos mantiene con creces la esencia épica de su predecesora.

Villeneuve retoma esta continuación en un momento inmediato al punto en el que se quedó la anterior: Paul Atreides adentrándose en el desierto junto a su madre y los Fremen. A partir de ahí, la historia avanza en paralelo entre los complots perpetrados por los enemigos y la integración de Paul dentro del pueblo de Arrakis. La historia profundiza en esa mezcla de culturas y tradiciones, mientras que las traiciones y los engaños aumentan de magnitud.

Poco a poco, la profecía del mesías va calando y, a partir de ella, se exploran temas mucho más maduros como el extremismo religioso y se mantiene el enfoque de otros previos como el colonialismo o la corrupción del poder. Pronto el argumento comienza a sembrar interrogantes respecto a la primera entrega: cómo todo no es lo que parecía y aquellos héroes pueden encontrarse abrazando los límites de su propia moral.

En este sentido, el film crece en magnitud. Si bien sostiene esos aspectos más de aventura de la primera parte y aumenta sus secuencias de acción, su esencia gira hacia un enfoque más reflexivo de los temas y no tan solo al puro entretenimiento. Ese detenimiento se percibe en la contemplación de la escalada del conflicto, la profundidad de los personajes y la incorporación de nuevos integrantes.

A los rostros de un elenco liderado por Timothée Chalamet, el cual se crece con la madurez de Paul y sus matices contradictorios, Rebecca Fergusson sube un escalón entregando una interpretación hipnótica e incluso terrorífica, y Zendaya gana protagonismo y ofrece la actuación más vulnerable que mantiene el enfoque humano dentro de tanta corrupción. A ellos, se suman algunos rostros, entre los que destacan una inteligente emperatriz encarnada por Florence Pugh o un camaleónico Austin Butler, que se mete en la piel de un sádico y letal guerrero cuyo rostro transmite la vileza más absoluta.

Todo esto acaba conformando a Dune: Parte Dos como un espectáculo a la par que una obra de dimensiones filosóficas. La inmersión sonora y visual mediante una gran fotografía, una majestuosa (e incluso aturdidora) banda sonora de Hans Zimmer y un cuidado diseño de producción facilitan esa combinación de disfrute y reflexión. Y ante el recrudecimiento del relato, el espectador tan solo puede esperar un posible cierre en una, aún hipotética, tercera entrega para una saga que marcará un antes y un después en la ciencia ficción.

Firma: Yoel González