Valor de ley: el retorno del western, un género olvidado

Valor de ley (True Grit, 2010) comportó el regreso del western a las carteleras de todo el mundo de mano de los hermanos Coen. Basada en una novela de Charles Portis y en el film de Henry Hathaway, de idéntico título, por el que John Wayne recibió el único Oscar de su larga trayectoria interpretativa, la película se convirtió en uno de los fenómenos cinematográficos de inicios de 2011 mientras los más fervientes y nostálgicos incondicionales del cine del Oeste esperaban el renacimiento de un género que muchos aún consideran de otra época.

Un estreno con aroma de nostalgia

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Estrenada en las salas de Estados Unidos en diciembre de 2010, Valor de ley recogió el reconocimiento de público y crítica, a la vez que se postuló como la sucesora de los últimos grandes westerns, los premiadísimos Bailando con lobos (Dancing with wolves) y Sin perdón (Unforgiven), datadas en el cada vez más lejano inicio de los 90.

Fue entonces cuando apareció con fuerza la cuestión acerca de un posible resurgir de un género cuyo esplendor y carácter clásico se había ido apagando a lo largo de la década de los 60, con los últimos coletazos de maestros como John Ford, con El gran combate (Cheyenne Autumn, 1964); Howard Hawks, con El Dorado (El Dorado, 1966); o el propio Hathaway y su Valor de ley (True Grit, 1969). El Oeste, sus personajes y sus valores, tal como había anunciado El hombre que mató a Liberty Balance (The man who shot Liberty Valance, 1962), estaban desapareciendo.

Diversos autores lo advirtieron y crearon una serie de largometrajes reflejando el ocaso del western: Sam Peckinpah presentó el final de una época con Grupo salvaje (Wild Bunch, 1969) y La balada de Cable Hogue (The ballad of Cable Hogue, 1970), y El último pistolero (The Shootist, 1976), de Don Siegel, supuso la despedida cinematográfica de John Wayne.

Sin embargo, mientras el western clásico agonizaba entre tranvías y automóviles, el italiano Sergio Leone llevaba a cabo una revisión del género, iniciada en 1964 con Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari). El spaghetti-western rompió con muchos de los parámetros establecidos en los films del Oeste por Ford, Mann, Walsh o Hawks desde la época muda del cine. La épica y brillantez clásicas fueron sustituidas por los ambientes y personajes decadentes, la pérdida de valores y la extrema violencia. El héroe encarnado años antes por Gary Cooper cedió su condición de “hombre del Oeste” al misterioso pistolero “sin nombre” con el rostro de Clint Eastwood, el desértico paisaje de Almería reemplazó a Monument Valley como escenario y las baladas e himnos religiosos fueron silenciados por los silbidos y estridentes chillidos de la música de Enio Morricone. Durante años, el género más americano del séptimo arte bebió de la corriente europea iniciada por Leone, alejándose por completo del western tradicional y relegando a este tipo de cine a un plano secundario y minoritario.

Clin Eastwood, un perpetuador

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Precisamente fue Eastwood, reconocido alumno de Leone, quien comenzó a reintroducir ciertos elementos tradicionales en sus primeros westerns como director (Infierno de cobardes y El fuera de la ley) en los que, sin embargo, todavía estaba muy presente la influencia del realizador italiano.

En 1985 recuperó uno de los paradigmas más emblemáticos del cine del Oeste clásico, Raíces profundas (Shane, 1953), para su película El jinete pálido (Pale Rider), que se unió en las carteleras a Silverado (Silverado, 1985), de Lawrence Kasdan, en la que intervenía un joven Kevin Costner.

Pocos años más tarde, Costner y Eastwood devolvían al western al primer plano del panorama cinematográfico con Bailando con lobos y Sin perdón, films en los que quedó patente una recuperación, con matices y novedades, del espíritu perdido del género.

Su éxito animó a Hollywood, que trató de consolidar esta reaparición del western a través de películas como Gerónimo, una leyenda (Geronimo, 1993), Tombstone: la leyenda de Wyatt Earp (Tombstone, 1993), Wyatt Earp (Wyatt Earp, 1994), otra acertada colaboración entre Kasdan y Costner, Wild Bill (Wild Bill, 1995) o Rápida y mortal (The Quick and the Dead, 1995). Estas propuestas no sirvieron para reactivar el género, cuya esencia volvía a desvanecerse a medida que se sucedían los títulos y los años.

Menos presente, más singular

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Desde entonces, durante la década de 2000, el western ha aparecido con cuentagotas en las carteleras, ofreciendo, de vez en cuando, agradables sorpresas con cierto aroma clásico, como Open range (Open Range, 2003), de Kevin Costner, el remake de la película rodada por Delmer Daves en 1958 El tren de las 3:10 (3:10 to Yuma, 2007) o la interpretación del género realizada por Ed Harris en Appaloosa (Appaloosa, 2008).

Igualmente, cabe destacar de este momento, la recuperación de uno de los personajes míticos del lejano Oeste con El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford, 2007), un atípico, pero interesante western dirigido por Andrew Dominik e interpretado por Brad Pitt.

Dos años después, los Coen consiguieron lo que dos décadas atrás lograron Eastwood y Costner: participar con un western en la carrera por los Óscar y atraer con él a una importante parte del público a las salas de cine. El tiempo dictará las consecuencias de Valor de ley para un género que, aunque jamás regresará a su esplendor pasado, reivindica, de vez en cuando, su importancia y lugar en la Historia del Cine.

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