Estimado lector, quizá no llegues al final de este artículo, por eso empiezo con dos ideas fundamentales:
Cuando expongo a la gente estos principios básicos de la seguridad en internet algunos piensan que tienen todo el sentido del mundo. Otros, en cambio, se sorprenden. Los motivos de desaprobación son variados.
Hay quien lo niega por haber conocido gente excelente a través de la red o porque las relaciones virtuales cada vez tienen más peso. También hay quien opina que esa persona que ve en la pantalla tiene que ser rica porque, claro, mantener ese estilo de vida requiere mucho dinero. Desconozco los ingresos que tiene esa persona o su capacidad de codicia pero, si necesita nuestro dinero para hacerse rico, probablemente no sepa cómo (o no busque) enriquecer a los demás.
Es mi experiencia laboral, más de una década dedicándome al mundo financiero como abogado, la que me dicta que las propuestas de amistad y los negocios superrentables no son fiables en internet. Durante los últimos años, ha cambiado mucho el perfil de los afectados en el ámbito de la abogacía financiera.
Antes nos encontrábamos con gente sufría las pérdidas por un asesoramiento erróneo de su banco y, actualmente, la mayoría que tiene problemas financieros es porque ha sido estafado a través de las redes sociales. Y es aquí cuando cobran protagonismo los dos conceptos que hemos indicado.
Como motero, me gusta exponer este paralelismo: hay dos tipos de moteros, los que se han caído y los que se van a caer, aunque haberte caído no elimina la posibilidad de hacerlo de nuevo. En el mundo digital podríamos decir que hay dos tipos de usuarios: a los que han intentado estafar y a los que han estafado.
Como en el caso de la moto, haber sido estafado no implica que no lo vayan a intentar de nuevo. De hecho, una vez cometido el delito, los datos personales extraidos suelen circular por grupos de estafas. Por tanto, periódicamente el afectado recibirá nuevos intentos de engaño. Por este motivo, todos debemos ser muy cautelosos a la hora de dar o introducir nuestro teléfono en el mundo digital.
Estas estafas a las que nos podemos ver sometidos no siempre te dejan en la absoluta ruina, algunas de ellas son tan simples como cuando compras ropa por internet y nunca te llega a casa. No se puede bajar la guardia e internet
Salvo que tu vida sea muy internacional, bloquea sin ningún tipo de miramiento cualquier llamada con un prefijo extraño o WhatsApp de un número desconocido. De acuerdo, puede ser que pierdas alguna posibilidad o que algún primo lejano jamaicano te intenté escribir y le ignores, pero en la mayoría de las ocasiones estarás evitando ser el sujeto de una estafa.
Si hemos sido víctimas de una estafa, o pensamos que lo estamos siendo, ¿qué podemos hacer?
Pero lo más importante es la prevención. Insisto en que es mejor dejar pasar oportunidades muy buenas que probablemente sean una estafa.
Es cierto que vivimos en una sociedad deslumbrada por la belleza, la riqueza, las apariencias, el lujo y la falta de esfuerzo. Las oportunidades que esta visión de la felicidad otorga a los estafadores virtuales son infinitas.
Es importante convencerse de que las grandes fortunas no llegan en dos días y a través de alguien a quien no conocemos de nada. También debemos rechazar la gran oferta de “afecto virtual” que nos llega de todas partes: redes sociales, mails, videojuegos, etc.
Son esas personas que ofrecen su amistad, y algo más, a través de una bonita foto de perfil o un atractivo avatar, pero que acaban siendo un agujero negro en nuestra cuenta corriente.
Firma: Fernando Navas