Despierta la furia

Guy Ritchie ataca de nuevo, literalmente. Y lo hace mediante un remake del film francés Le convoyeur de 2004, cuyo guionista también es el de la película que ahora se estrena. Desconozco esta primera versión pero supongo que, compartiendo escritor, no serán muy diferentes.

Ritchie traslada la acción a Los Ángeles y, sin salirse de un entramado que engancha desde el principio, plantea todos los elementos de la producción como una mandorla que rodea, engrandece y encumbra a su actor protagonista Jason Statham. Es posible que sea este el principal lastre del proyecto. La inmutabilidad del intérprete, aunque coherente con el personaje, y su omnipresencia en prácticamente todos los minutos del metraje, se revela excesivo impidiendo que el espectador se involucre en otros aspectos del largometraje. Es curioso cómo uno de los mejores momentos de Despierta la furia lo encontramos al final cuando, precisamente, Statham desaparece de la escena durante un tiempo y su ausencia consigue más impacto que su constante y apabullante presencia.

Los saltos en el tiempo, la confusión sobre los distintos grupos de atracadores y la nebulosa que rodea la línea que separa las buenas de las malas acciones son manejados por Ritchie con la pericia habitual. También suman una fotografía y unos escenarios urbanos áridos y cortantes, adecuados a la trama y a la dureza de la vida de aquellos que se juegan la existencia defendiendo el traslado del dinero de los demás.

Todos estos elementos contribuyen a formar un sólido entretenimiento para amantes del cine de acción violenta, y con intriga suficiente como para atraer a otro público. Sin embargo, la parte humana queda retratada de una manera muy superficial, con lugares comunes de vulgaridad y desarraigo familiar y por eso, en conjunto, esta última apuesta de Guy Ritchie resulta bastante irregular.

Firma: Esther Rodríguez