Adaptación de una novela de Agatha Christie que mantiene el esquema original detectivesco, pero que adolece de una mejor caracterización de sus dos protagonistas y de algunos cambios y añadidos algo confusos.
Quizá La casa torcida de Agatha Christie sea una de las novelas menos convencionales de la escritora en cuanto a su resolución y quizá, por eso, una de sus favoritas. Esta autora, ya una clásica de la literatura de detectives y whodunits, ha sido siempre una apuesta segura para productores, guionistas y directores por la popularidad de sus relatos y su ductilidad para la adaptación.
En esta Crooked house se ha tenido el acierto de marqueting de llamar a Julian Fellowes (Gosford Park, La reina Victoria…), especialmente conocido después de su televisiva Downton Abbey, para que traslade el papel a la cámara.
Acompañado por Tim Rose Price, Fellowes introduce algunos cambios en el argumento original que confunden porque no aportan nada nuevo y en la trama, para el espectador, actúan como falsas pistas sobre personajes o posibles líneas de investigación que no llegan a ningún lado e impiden que se centre sobre lo determinante y conclusivo. A esto se añade el academicismo con el que se suceden las secuencias e interrogatorios. Uno tras otro y poco más que salvados por la elegancia de la interpretación de cada uno de los actores y actrices, a pesar del carente gancho y caracterización de los personajes de Sophia y Charles.
Por su parte, Gilles Paquet-Brenner (La llave de Sarah) ejecuta una adaptación que se balancea entre la elegancia de atmósferas, iluminación y transiciones entre espacios y una fuerte asepsia en su uso detectivesco.
En definitiva, los más clásicos amantes de Agatha Christie encontrarán aumentado el tono existencialista de algunos pasajes y quizá disentirán de ciertos cambios y alteraciones respecto a la original. Todo esto será menos molesto a un público que busque una investigación poco comprometida con sacar jugo a sus protagonistas y a las estrategias narrativas.
Firma: Lourdes Domingo
Tras la muerte del adinerado patriarca griego Aristide Leónides en extrañas circunstancias, su nieta Sophia (Stefanie Martini) acude desesperada a Charles Hayward (Max Irons), un detective privado con el que mantuvo una relación, para que visite la residencia familiar e investigue el caso.
Allí le esperan tres generaciones de la multimillonaria dinastía Leónides y un venenoso ambiente cargado de amargura, resentimiento y envidia. Las pistas y motivos hacen pensar que cualquiera podría ser sospechoso del crimen y Charles deberá trabajar a contrarreloj para descubrir al asesino antes de que vuelva a matar.