Mr. Selfridge

Basada en la figura histórica de Harry G. Selfridge, la serie recoge el nacimiento de una de las calles más visitadas de Londres, la hoy famosa Oxford Street. Este revolucionario americano, que empezó a trabajar como repartidor con apenas diez años, levantó un edificio de cinco plantas de una hectárea cada una, tres sótanos y una terraza con jardín e introdujo algunas de las técnicas de venta que aún se utilizan en los grandes almacenes. La serie sustenta sus tramas en el libro Shopping, Seduction & Mr Selfridge, de Lindy Woodhead, publicado en 2007.

Junto a algunos datos biográficos, Mr. Selfridge acude, además, a la imaginación de los guionistas para completar el relato. Sin duda, este producto de la ITV tiene mucho en común con Galerías Paradise (The Paradise) de la también inglesa BBC. Ésta última, ambientada en el siglo XIX, relata la similar experiencia de John Moray y está basada en la popular obra de Émile Zola, El paraíso de las damas. Más cercana queda otra ficción con parecidas intenciones pero desigual resultado, la acaramelada y repetitiva propuesta de Antena 3, Velvet, donde se recrea el Madrid comercial de 1958.

La historia que nos ocupa presta especial atención a las innovaciones que Selfridge supo traer al mundo de la moda y que cambiaron, para siempre, los hábitos de compra. Sus campañas publicitarias son el pretexto para mostrar a otros personajes de la época. Louis Blériot, Arthur Conan Doyle, Ernest Shackleton o Anna Pavlova sólo son algunos de los que se cruzan en la vida y negocios del protagonista. Éste es un apunte interesante que añade encanto y realismo al relato.

La personalidad de Harry, algo atormentada, dispersa y egocéntrica, le lleva a situaciones controvertidas con sus empleados, sus socios y su familia. La atracción por las mujeres, la pasión por el juego y la debilidad por la bebida luchan en el interior de un hombre que también sabe ser honesto, generoso y que, por encima de todo, quiere y necesita a su familia. Estos enfrentamientos son la razón del drama de su vida y de quienes la comparten. Así, otros personajes –su mujer Rose, su director creativo Henri Leclair o su empleada Agnes, entre otros– sufren igual suerte por la influencia que Selfridge ejerce en ellos.
Las pasiones que adornan la naturaleza humana, dibujadas en un entorno en el que las tradiciones, las clases sociales y las apariencias tenían mucho peso, se muestran en casi toda su diversidad. Se confrontan la fidelidad a la empresa y la infidelidad al cónyuge, la honestidad en los negocios y la mentira en el hogar o las personas fuertes y las frágiles. Sólo en un punto consiguen confluir todas ellas: la lucha por la felicidad. Sin embargo, la batalla será encarnizada, resbaladiza y dolorosa para cada uno de los protagonistas.

En una ambientación exquisita, los personajes se desarrollan según lo esperado y fortalecen unas tramas originales y auténticas. La interpretación convincente de todos ellos y el reparto coral abren el abanico de la audiencia potencial de este producto, que puede engatusar tanto a hombres como a mujeres, adultos y jóvenes. Si se compara con Velvet, Mr. Selfridge es un ejemplo de contención y diversidad en las tramas, que se toman su tiempo y se fraguan como consecuencia de las acciones previas. En definitiva, se utiliza la coherencia y no se necesitan muchos efectismos para un desarrollo sostenible.

Firma: Mar Pons