La novela Tom Rob Smith, publicada en 2008, adaptaba los terribles asesinatos del histórico “Carnicero de Rostov”, adelantando los hechos a la década de los 50. Ridley Scott compró los derechos de libro y quiso dirigir él la adaptación. Sin embargo, encantado con el trabajo de Daniel Espinosa en Dinero fácil, contactó con él para pasarle el testigo.
Este sueco de origen chileno imprime en El niño 44 el vigor habitual de sus films, como demostró en su salto a Hollywood con El invitado. Espinosa recupera el clima y punto de vista de los thrillers norteamericanos de los años 80 ambientados en la Rusia comunista. Eso se nota en varios aspectos no siempre positivos, como el idioma (actores hablando en inglés/español con acento ruso) o el exceso de dramatización de algunos momentos.
En este sentido, el guión de Richard Price (Rescate, El color del dinero y algunos de The wire) gestiona muy bien las diversas tramas al interconectar sus conflictos, lo que confiere un buen ritmo al film. Sin embargo, Price abre demasiado y demasiadas puertas emocionales, con algunos flashbacks innecesarios y otros subrayados del gesto que roban al espectador el placer de la sutilidad o de descubrir lo que se avecina con más pausa.
Rodada en una República Checa bien disfrazada de antigua URSS, la película no se rompe en su factura visual, pues Daniel Espinosa consigue ambientar y dibujar los dispares escenarios con verosimilitud. Su manera de filmar consigue, además, suscitar interés dramático, a pesar de que, habituado a thrillers de bajos fondos o espías contemporáneos, se le va la mano también en las secuencias de tortura o de lucha cuerpo a cuerpo.
Por otro parte, los personajes cargan con el lastre de esos superávits de énfasis aunque, en su conjunto, logran transmitir con viveza tanto el desencanto de un sistema totalitario, como el miedo de vivir bajo sospecha y la incomodidad de funcionar a base de mentiras y sin confianza en ningún ser humano.
En este aspecto, el casting resulta clave para tapar las debilidades del guión y los excesos de la dirección. Especialmente Tom Hardy, Noomi Rapace y Gary Olmand (a pesar de su más escaso papel) demuestran que se enfundan con fibra y generosidad en sus roles hasta casi desaparecer.
Con todo, la película resulta un entretenido thriller, con base real en lo político-social y de trazado más libre en las curvas que lo configuran como espectáculo mayoritario.
Firma: Lourdes Domingo