Desconocidos

Desconocidos supone una libre adaptación de la novela homónima de Taichi Yamada por parte del director británico Andrew Haigh. Este construye un relato sobre el amor desde distintos prismas, sobre el dolor de no poseerlo y sobre el duelo tras perderlo.

La historia avanza en paralelo entre la relación homoerótica de Adam y Harry –que evoluciona de algo meramente carnal a un profundo vínculo emocional–, y el reencuentro entre Adam y sus padres fallecidos. Ambas tramas se van intercalando coherentemente, pero jamás se llega a profundizar en la complejidad de ninguna de ellas y Haigh se queda transitando por una superficialidad infructuosa.

A pesar de envolverse por una hermosa fotografía y poseer temas de interés en los que ahondar (el duelo, el aprender a dejar ir, la soledad, la comunicación de sentimientos o las relaciones paternofiliales), tropieza con la autocomplacencia y el constante subrayado. Así pues, el principal problema que lo emborrona todo es el intento por forzar la emoción, el sentimiento y la conmoción en lugar de construirlos.

Al terminar el visionado, uno tiene una sensación de vacío y desconcierto ante las oportunidades desaprovechadas y un guion que intenta correr en el último acto. De esta forma, Desconocidos acaba siendo una historia de fantasmas que se sostiene fundamentalmente por las notables interpretaciones de Andrew Scott, Paul Mescal, Jamie Bell y Claire Foy.

Firma: Yoel González