Los videojuegos son una de las principales formas de ocio audiovisual actual. No nos ha de parecer raro que enganchen y que nos resulte complicado dejar una partida. ¿Os ha pasado alguna vez que habéis mirado el reloj y lleváis una eternidad con la consola? O todavía mejor, ¿os habéis tenido que enfadar para que vuestros hijos dejen de jugar después de diez mil avisos? Si os sentís reflejados, podéis estar tranquilos, no sois un caso entre un millón. ¿Queréis saber por qué pasa? ¿Os gustaría conocer cómo limitar el tiempo de juego de vuestros hijos?
Como decíamos, los videojuegos enganchan. Tienen algo que invita a seguir jugando. Para entender por qué pasa esto debemos partir de que nuestro cerebro está siempre recibiendo información. No todos los impulsos son igual de importantes ni todos generan la misma reacción. Cuando realizamos una acción que nos gusta, el cerebro segrega distintas sustancias que le auto complacen y que le inclinan a volver a realizarla. Es así como se crean los hábitos.
En este contexto, los videojuegos suponen una dosis continua de dopamina para nuestro cerebro, lo que provoca que tengamos ganas de seguir delante de la pantalla. Algunos, lógicamente, enganchan más que otros a causa a su planteamiento. Fifa o Fortnite tienen en la inmediatez, intensidad y el juego social sus principales bazas. The last of Us o The Legend of Zelda se fundamentan en una historia sólida que no podemos abandonar. Otros, como Brawl Stars, se distinguen por la accesibilidad inmediata para cualquier jugador. Por último, títulos como Cuphead, Chasm o muchos otros indies, hacen de la dificultad extrema el reclamo principal.
Dicho esto, ¿cómo podemos controlar el tiempo de uso para evitar atracones? A continuación podéis leer una serie de consejos que os pueden resultar muy útiles.
1 Limitad claramente el tiempo de juego. Los expertos insisten en que entre treinta y sesenta minutos es el espacio adecuado. No os creáis la excusa de que siempre tienen que guardar la partida o que si abandonan provocan un cataclismo en su grupo social.
2 La consola o el móvil no pueden ser el aparcamiento diario de nuestros hijos. Es cierto que llegamos hasta donde podemos y, en ocasiones, abusamos de las pantallas más de lo deseado. Pero no debemos recurrir solo a ellas para tenerlos entretenidos. Busquemos y ofrezcamos alternativas a nuestros hijos e hijas.
3 ¿Conocéis el control parental? Todas las consolas actuales incluyen un sistema de control que permite limitar el tiempo de juego, el tipo de videojuegos a los que se puede acceder o los usuarios con los que compartir las partidas.
4 Los móviles también nos permiten conocer cuánto tiempo se usan y qué tipo de aplicaciones se descargan. Family Link es la propuesta de Google, pero no es la única. De hecho, hasta YouTube dispone de una vertiente llamada Kids que limita el tipo de vídeos a los que pueden acceder y que carece de publicidad perjudicial.
5 ¿Parking para smartphones? Si no queremos que el uso del móvil se descontrole completamente, busquemos un lugar común en el que aparcar nuestros dispositivos cuando no se utilicen. Es la mejor solución para evitar noches de insomnio causadas por conversaciones por chat hasta tarde.
6 Quiero ser youtuber o influencer como… ¿sabemos a quién siguen nuestros hijos? No se trata de fiscalizar como si fuéramos policías, pero si naturalizamos las conversaciones sobre redes sociales y nos interesamos por conocer sus perfiles preferidos, evitaremos más de un susto. Es muy difícil educar a contracorriente.
7 Vigilemos las compañías. Con la situación actual, el juego en línea acaba siendo la manera virtual de quedar con los amigos del colegio. ¿Sabemos con quién juegan? ¿Se crean discusiones en las partidas? ¿Juegan con extraños?
8 ¿Conocemos sus videojuegos? ¿Os habéis parado a mirar vídeos de esos juegos con vuestros hijos?
Estos consejos invitan a que madres y padres estemos atentos a los hábitos digitales de nuestra familia y así evitaremos que nos saquen la delantera en estos temas.
No se trata de algo sencillo, ¿estáis preparados para este reto?
Firma: José Carlos Amador