Inaugurando el Festival de Cannes de 2024, lo que desde la superficie parece una falta total de lógica, capa tras capa resulta ser una estudiada reflexión de la ficción y la realidad, con una impecable estructura narrativa.
Grabada sin una aparente necesidad de un gran presupuesto, El segundo acto apenas necesita una localización, en este caso, un restaurante homónimo donde se desarrolla literalmente el segundo acto del largometraje. Conociendo la filmografía de Quentin Dupieux, después del estreno de Daaaaaali!, y del mismo modo que pasaba con obras de Buñuel, El segundo acto encaja perfectamente en la corriente del surrealismo. Sus decisiones absurdas y carentes de lógica, concienzudamente tomadas, obligan al espectador a tener en cuenta la imposibilidad de prever lo siguiente que va a pasar.
En esta cinta, Dupieux hace uso de escenas largas y diálogos dilatados. Asimismo, los actores no dudan en salirse del papel, como parte de ese juego surrealista. Además, se acompañan de momentos contemplativos y bastantes planos secuencia que, por desgracia, hacen que algunos momentos resulten tediosos.
El tema principal se basa en un potente componente filosófico directamente extraído de las ideas de René Descartes: no saber diferenciar la realidad de la ficción. A esto se le añade una crítica contra la Inteligencia Artificial que después de la huelga del Sindicato de Guionistas en Hollywood de 2023 no nos suena a noticia nueva, que deviene aún más interesante cuando se revela que esta ficción es la primera escrita y dirigida por un Inteligencia Artificial. Y es que, por su falta de coherencia, El segundo acto bien podría haberla creado una máquina. Esta incertidumbre estimula aún más los pensamientos de Descartes: ¿estará realmente creada por una Inteligencia Artificial o es ficción? ¿Dónde se dibuja la línea entre ambas en el film?
En pocas palabras, la propuesta del realizador francés es arriesgada y controvertida en su búsqueda por romper los códigos de la ficción. No le importa faltar al colectivo LGTBI+, para luego abrazarlo, o reprender a la industria cinematográfica, e incluso criticarse a sí misma como película. O uno la encuentra absurda y de mal gusto, o ingeniosa y sorprendente. No obstante, sin duda deja a la audiencia cuestionándose qué acaba de ver.
Firma: Raquel García
Florence está enamorada de David y quiere presentárselo a su padre. David, por su parte, quien se siente de manera muy distinta, pretende hacer que la chica se enamore de su mejor amigo. Bajo este planteamiento, se abre un juego entre realidad, ficción y surrealismo.