Educar a un superhéroe

En realidad, esta ficción basada en el cómic de Dennis Liu, pretende ser un espacio familiar en el que la fantasía se mezcla con el drama y la comedia. Sin duda, consigue ser un título que reúne condiciones para ello, pero no lo consigue del todo.

Entre las inquietudes adultas la narración habla de la soledad –que está presente en casi todos los personajes–, de la amargura con la que se afrontan algunos dramas incontrolables o insalvables –como la muerte de un ser querido–, las dificultades de la conciliación familiar, el luto o la necesidad (adulta, pero también infantil) de encajar en el círculo envolvente.

Para ser una serie fantástica que utiliza a los super héroes, es llamativo el ritmo pausado en el que se desarrolla. No abundan los efectos, tampoco los mensajes “heroicos” sino que, más bien, se trata de “normalizar” unas capacidades que, en definitiva, no son naturales. Quizá este sea uno de los detalles que más alejen a la joven audiencia. No se parece ni a Flash, ni a Iron Fist ni a Umbrella Academy. En este aspecto, a la audiencia más adulta le puede convencer el prisma familiar y personal del relato.

Además, el perfil juvenil no tiene cabida entre los personajes de Educar a un superhéroe, pasamos de los adultos a los niños y el salto es demasiado amplio como para contentar a ambos extremos. A esto hay que añadir la conspiración, el engaño, la “utilización” que se hacen las personas entre sí y el desarrollo de los oscuros acontecimientos. Todo esto muy enfocado hacia la madurez del espectador.

Sin embargo es justo destacar que una de las mejores cosas que tiene la serie –por no decir la mejor– es el inmenso personaje infantil que representa Esperanza (la amiga de Dion). En ella se reúnen todos los elementos necesarios para resultar imprescindible en el relato. Pero, a pesar de algunas escenas escolares y pocos trucos más o menos entretenidos, es evidente que Educar a un superhéroe se centra en la figura de Nicole y en sus desvelos maternos.

Firma: Mar Pons