Lamb

En su debut como director, Valdimar Jóhannsson deja un sabor amargo en el perfecto ejemplo de una cinta a la que se le podría dedicar mucho tiempo, pero que termina mereciendo pocas palabras.

Es común encontrar largometrajes contemplativos y con un tema profundo de fondo, maquillados con una trama tan desproporcionada que su importancia y necesidad quedan en la sombra de lo que podría haber sido una obra reflexiva.

Lamb es ese tipo de films que enamoran a un clásico espectador alternativo. Sin embargo, ante una lente objetiva, el guion resulta menos sostenible. Aunque las actuaciones destacan, los protagonistas son personajes fríos y dejan al hermano de Ingvar como el único que parece ver la excentricidad de la situación.

Si bien es cierto que, al fin y al cabo, se refleja el sufrimiento de un duelo no cerrado, hay algunas líneas que, al cruzarlas, el equilibrio entre lo solemne y el ridículo son muy finas. Y en Lamb encontramos esa línea.

Es fácil fantasear sobre la calidad de esta producción, pues la innegable fuerza de su fotografía satisface a cualquiera y deja lugar para la observación penetrante del entorno. De todos modos, el surrealismo que rodea a esta película aparta la posibilidad de poder adentrarnos de lleno en su mundo.

Firma: Laura Castro