Eureka

La palabra “eureka” remite al hallazgo de algo que se ha venido buscando con ansia. Con esto en mente, es aún más sugerente la elección de la palabra para el título de la nueva película de Lisandro Alonso. En ella, al inicio, la coronel de una pequeña aldea del lejano oeste sentencia que “casi no hay diferencia entre lo que crees que eres y lo que realmente eres”. Dicha enunciación es reflejo de Eureka, una obra cuyo primer visionado no permite sacar profundas conclusiones.

Tras su paso por diversos festivales, este largometraje navega en el desconcierto de su hipnótica y enigmática atmósfera. Es una propuesta claramente no apta para todos los públicos, un cine al margen de las narrativas predominantes: se aleja de lo puramente argumental para ahondar en algo casi experiencial.

Eureka es una especie de tríptico formado por tres cuentos entrelazados, pero independientes entre sí. La organicidad en el tránsito de unos a otros va dando paso a distintos personajes, a la renovación de sus ambientes y a cambios en el formato de pantalla. No obstante, todas las partes están marcadas por la extrañeza y un aire poético propio del realismo mágico.

Lisandro Alonso presenta una composición medida de los planos, donde prima la cámara contemplativa y los movimientos ligeros, casi como si el espectador observara desde los ojos de esa mística ave que sobrevuela las historias. Tras ellas, se esconde un detenimiento ante la soledad, las relaciones y las escisiones interpersonales, la pérdida de algo inefable o una mirada ante las comunidades indígenas y el infortunado contexto que les rodea.

Firma: Yoel González