Tres adolescentes se sumergen en una espiral de malas decisiones donde nada puede acabar bien. Un guión manipulado por sus creadoras que presenta una ficción venenosa, triste y desesperada.
Es desconcertante descubrir a tres mujeres tras este título adolescente (Amy Andelson, Emily Meyer y Kirsten Smith). Y resulta desconcertante porque, cuando las mujeres hablan de mujeres, se les presupone una cierta indulgencia hacia las de su mismo sexo.
No obstante, en Cleptómanas, las matriarcas dan a luz a tres chicas egoístas, manipuladoras y caprichosas. Elodie, Moe y Tabitha son tres almas rancias en tres cuerpos adolescentes. A su corta edad, pesa sobre ellas el lastre de lo que algunos tardan toda una vida en experimentar. El abandono familiar, el fracaso amoroso, el desconcierto de la traición, los malos tratos, el deseo de venganza, la frustración, la soledad, la inseguridad y la constatación de la poquedad de uno mismo son algunos de los peajes que ya han atravesado las protagonistas. Esto es un abuso dramático que conduce irremediablemente a una ficción mediocre.
Por otro lado, la curiosidad y la atracción por el peligro, por lo desconocido y por las nuevas experiencias –características de la adolescencia en general– se desparraman, en este caso, por caminos oscuros y poco deseables. De esta forma, las tres amigas eligen siempre la puerta más desacertada. La excusa es la impulsividad de la edad, pero la realidad es la escasa creatividad de sus guionistas y la necesidad imperiosa de atraer a la joven audiencia a base de los excesos más vulgares.
La desgastada existencia de este trío de ladronas se aprecia en la necesidad de recurrir a objetos eróticos para “que vuelvan a ser divertidas” sus relaciones sexuales, en el novio maltratador que chantajea por ocupar una papel predominante en la sociedad, en su novia sumisa por mantener las apariencias, en un caso de sexting apenas doloroso para su víctima, en unas relaciones familiares basadas en el engaño y la falta de confianza y en un largo etcétera difícil de resumir. Por eso, vemos en estas jóvenes tres vidas malogradas antes de empezar casi a ser vividas.
Una mención especial requiere el título de esta serie que es el pretexto de un encuentro. La cleptomanía que sufren las protagonistas es el resultado de una existencia vacía. Pero más allá de esto, asusta la recreación desenfadada, emocionante y divertida de una actividad tan ilegal como dañina. La misma frivolidad con la que se dibuja a la juventud en esta ficción se traslada al retrato de una enfermedad real, en la que no solo sufren los pacientes, sino también su entorno cercano. Sin embargo, aquí parece que Andelson, Meyer y Smith nos animan a robar para salir de la rutina, para evadirnos de la realidad o, incluso, para hacer amigos. Un despropósito, en todos los sentidos.
Firma: Mar Pons
Elodie es una chica de dieciséis años que acaba de llegar a la ciudad. Así, tras la muerte de su madre, se viene a vivir con su padre Doug, la mujer de este y el hijo de ambos, Spencer. Pero, a su llegada, esta adolescente arrastra el trauma de la pérdida y algunos “problemitas” más.
También influye que su carácter tímido y su personalidad algo excéntrica le impiden hacer amigos con facilidad. De esta forma, no le resulta fácil encajar en su nuevo instituto. Además, Elodie debe acudir periódicamente a las reuniones de cleptómanos anónimos para superar su tendencia a los robos en los grandes almacenes.
Es allí donde se encontrará con dos compañeras de su nuevo instituto, Moe y Tabitha. Finalmente, Elodie nunca imaginó que de esta obligación impuesta por su padre surgiera la gran aventura de su vida.
