¿Jugamos?

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Después de meses en los que el estudio, los deberes y las obligaciones diarias han dejado menos tiempo para el ocio, llega el esperado descanso de las vacaciones estivales. Los chavales cuentan con más de dos meses sin clases, ni exámenes, ni el orden que impone el horario escolar. Algunos tendrán la suerte de acudir a cursos o colonias, pero otros no. Incluso, a pesar de nuestro esfuerzo para que hagan otras actividades, el verano es sin duda un espacio para relajarse y ocupar el tiempo en aquellas cosas que quedan aparcadas durante el resto del año.

Puede ocurrir que los videojuegos, o las pantallas en general con todas las posibilidades que ofrecen, se conviertan en el recurso fácil donde se refugie el menor y que nosotros no pongamos pegas o no sintamos la necesidad de controlar el tiempo que les dedica. Sin embargo, como vienen demostrando los estudios y algunas noticias recientes en la prensa, es urgente que los hábitos de consumo audiovisual sean una prioridad en la educación de los menores.

Ahora que nos toca el turno de tenerlos la mayor parte del tiempo en casa, os ofrecemos algunos consejos para poner en práctica y, así, ayudar a nuestros hijos a ser conscientes de que existe un mundo más allá de Tom Clancy, Pokemon, Call of duty, Fifa o Yo-kai.

1.– El secreto (a voces) es programar un horario: se juega cuando se ha previsto y el tiempo proporcionado. Evitar las mañanas y las noches, en especial el tiempo antes de irse a dormir. Aprovechar los días lluviosos y ser flexibles según las circunstancias: nos ha fallado un plan, cambiar una película por una partida en la Wii, proponer un día para hacer una competición en familia, etc. Es importante aprovechar el juego para motivarles en otras cosas: compartir, aprender, enseñar, ayudar, etc.

2.- Según la edad, entre treinta minutos y una hora jugando en solitario puede ser lo apropiado. Debemos, sin embargo, tener en cuenta la temática del juego y no dejar al niño a mitad partida o a punto de superar un nivel. Por tanto, habrá que calcular el rato por el tipo de particiones que ofrezca cada título. Es decir, si es un juego de carreras, establezcamos el número; si es un plataformas en el que hay que ir superando niveles, pongamos una meta; si es un partido de fútbol, establezcamos el número de enfrentamientos y si es de estrategia o de rol, cojamos el reloj. Ayuda poner alarmas, establecer turnos con los hermanos o planificar la actividad que vendrá después.

3.- A veces ocurre que los padres desconocemos el contenido o alcance de algunos títulos que han llegado a casa pirateados, prestados por algún amigo o que, simplemente, no han pasado por nuestras manos. De esta forma, igual que nos interesa conocer a los amigos de nuestros hijos, nos debería importar saber con quién comparten su ocio audiovisual. No es lo mismo resolver puzles junto al profesor Layton o jugar a tenis con Rafa Nadal, que luchar al lado del Capitán MacMillan, a quien le ha sido asignada la misión de arrastrarse por Chernóbil con traje de camuflaje y asesinar a Imran Zakhaev o fusionarse con Ezio Auditore, el líder de la orden de asesinos de Ubisoft. El indicativo PEGI, que incluyen los juegos originales, puede ser una de las pautas de información.

4.- Hay otros aspectos determinantes tan evidentes que se hace casi innecesario nombrarlos: las ventajas que ofrecen las consolas de sobremesa en detrimento de las portátiles. Estas últimas aíslan más que la primeras y, como las podemos llevar a cualquier lado, también se convierten en una opción casi permanente que deberíamos evitar. Idéntico problema surge con los juegos en el móvil. Por tanto y como consecuencia, es lógico primar los juegos en grupo y poner las consolas de sobremesa en lugares comunes de la casa.

5.- Otro de los riesgos a los que hay que poner barreras es la competición online. Muchos títulos ofrecen la posibilidad de conectar con otros jugadores para competir, colaborar o avanzar de nivel más deprisa. Como en Facebook, vigilar las amistades digitales y la información que se comparte con ellas forma parte de la seguridad de los menores y de su educación en la red.

Como en muchas cosas en la vida, la costumbre de jugar cuando toca, el tiempo oportuno y los títulos adecuados es cuestión hábitos. Cuanto antes empecemos a formar en este ámbito, más fácil será en el futuro. Además, es bueno esperar a la edad adecuada para adentrarse en el entretenimiento virtual (por lo menos hasta los tres años). Muchos de los juegos que propone la tableta o el móvil son reproducciones digitales de los tradicionales puzles, construcciones, colores y manualidades que, por otro lado, en la versión clásica aportan muchos más beneficios al desarrollo del menor que sus hermanos multipantallas.

6.- Para saber más sobre un videojuego tenéis a vuestra disposición nuestra app, Contraste. Guía del ocio audiovisual. Es gratuita y contiene más de 300 títulos de juegos con la reseña y calificación. En esta aplicación, también encontraréis otras propuestas que pueden ayudaros a seleccionar lo mejor para vuestros hijos (cine, televisión y webs).