Gigantes (T2)

La segunda temporada de Gigantes supone el cierre a una serie concebida, originariamente, en estos dos actos. Brilla al principio pero se diluye a medida que pasan los capítulos, quedando claramente por debajo de la anterior.

Transcurridos los acontecimientos de la primera parte, nos encontramos con una guerra fratricida donde destaca, especialmente, el papel de Daniel (Isak Férriz) y Tomás (Daniel Grao). Ambos encarnan todo el odio, la falta de escrúpulos y la avaricia que reflejaba Abraham, su padre. En ellos se centran los seis capítulos que desembocan en un final tan épico como predecible y poco acerado.

Si bien el guión de la primera temporada mantenía la coherencia desde el primer capítulo, no ocurre lo mismo en esta segunda parte. Cada capítulo se acaba convirtiendo en un reguero de sangre donde, de la manera más grotesca, cruel y desagradable, van cayendo todos los implicados en la trama familiar. El problema es que se dedica tiempo a personajes en los que no se había profundizado previamente y que se presentan como claves casi de golpe. Esto nos lleva a puntos muy inverosímiles, como el papel que juega una enferma que se enamora de Daniel y cuyo protagonismo es tan intenso como efímero. Sin embargo, no todo son sombras. Destaca especialmente el papel de Carmen (Sofía Oria), que pasa de ser una adolescente ninguneada a convertirse en toda una mujer, tan fría e insensible como sus progenitores.

Estéticamente, la serie es todavía más lúgubre y sucia que la primera temporada. El gore aumenta exponencialmente, excesivo e innecesario a partes iguales. No entendemos este cambio tan exagerado respecto a la primera temporada.

En resumen Gigantes regresa con una segunda temporada que no mantiene el nivel de la primera por culpa de un guión mucho más predecible y plano, así como por un exceso de kétchup innecesario. Una oportunidad perdida.

Firma: J. Carlos Amador