Entrevías

El creador de la serie, David Bermejo, ya trabajó con el protagonista, José Coronado, en Vivir sin permiso. Ahora, Coronado interpreta al exmilitar Tirso Abantos. Y no es extraño que Bermejo recurra a él para adjudicarle el papel principal pues, sin duda, resulta uno de los aciertos de esta ficción.

Además de una creíble interpretación –quizá algo forzada en algunos momentos–, el personaje de Tirso es refrescante por su tosquedad y por su resistencia (o incapacidad) al cambio. Por no buscar, Tirso Abantos no busca ni la aprobación de la audiencia. Y eso reconforta.

En el otro lado de la balanza está Irene. El papel interpretado por Nona Sobo no puede resultar más deprimente. A lo cual sumamos la triste interpretación de una niña que solo puede lucir tipo y cabellera ya que las emociones se las dejó en el camerino. Y eso desalienta.

Por lo demás, el resto del reparto cumple de forma desigual pero sin estridencias, ni hacia un lado ni hacia otro. Sí destaca, junto a Coronado, Manolo Caro como el inspector Sanchís. Un vapuleado personaje al que siempre quieres salvar de sus malas decisiones. Y responsable de cierto humor añejo que da un toque al relato.

La trama no tiene más, un drama familiar que acaba mezclando traficantes y personajes de mala vida. El desarrollo se lleva bien, aunque con algunas licencias y, al final, la perseverancia de la audiencia es el resultado de un cúmulo de ganchos bien puestos y eficaces.

Con todo, la serie rezuma algo de impotencia y de tristeza vital con la que la audiencia puede no sentirse muy a gusto. Y, como no, tampoco ayudan los ambientes en los que se desenvuelve y el vocabulario exageradamente vacío de contenido pero lleno de rabia.

Entrevías es un intento de ficción de dramas callejeros, que tiene luces y sombras. Quizá resulte para una audiencia adulta, que no dé importancia al costumbrismo un poco manipulado (por exigencias del guión) y que disfrute con productos nacionales.

Firma: Mar Pons