El encargado
Influido por la literatura de Joseph Conrad y las obras de Stanely Kubrick, Ridley Scott se ha convertido en uno de los grandes maestros del audiovisual, con una prolífica carrera cinematográfica a sus espaldas. Grandes proyecciones que han pasado a la historia como la escalofriante Alien, la visionaria Blade Runner y el vibrante rescate del peplum Gladiator, hacen de Scott un cineasta de inimitable estilo visual.
Este año 2010, ha dejado atrás el género desplegado en American Gangster (2007) y Red de mentiras (2008), sus thrillers más contemporáneos con que nos obsequió en el primer decenio de los 2000. Y lo ha hecho para adentrarse en los peligrosos bosques de la Inglaterra feudal.
Tras cabalgar por las zonas bárbaras y africanas bajo el control del imperio romano, el director británico vuelve a sumergirse en la épica. Pero, esta vez, lo hará para renovar a un clásico icono de la historia del cine: Robin Hood, aquel legendario arquero, mitad ladrón-mitad héroe, que –junto con Sherlock Holmes– puede presumir de ser una de las figuras literarias que más veces se ha encarnado en la gran pantalla.
Otra perspectiva
De hecho, este 2010, tanto el detective victoriano como el valiente guerrero medieval, han reaparecido en las salas desde una perspectiva muy distinta a las anteriores. Si bien el nuevo Holmes –interpretado por R. Downey Jr.– contrastó su agresiva modernidad con el género negro que impregnaba a sus anteriores versiones, Russell Crowe traslada todo el potencial del general romano Máximo al cuerpo de Robin Hood, por lo que no es de extrañar que la pieza se asemeje bastante a Gladiator. Esto es así no sólo por lo similares que resultan sus protagonistas y por el tono bélico que envuelve a ambos filmes, sino, también por el paralelismo que uno puede establecer entre los dos malvados que aparecen en cada uno: Cómodo, por un lado, y el Príncipe Juan, por otro. Incluso el personaje paternal que interpreta Max Von Sydow en la nueva Robin Hood se equipara a la breve aparición de Richard Harris como emperador romano al inicio de Gladiator.
Y es que no son pocas las comparaciones que uno puede establecer entre el último proyecto de Ridley Scott y sus anteriores propuestas.
Bendecido y maldecido, civilizado y bárbaro, héroe y antihéroe, el protagonista que aparece en las películas épicas de Scott tiende a mostrar a una persona que siempre trata de ejercer un control imposible ante el caos. Prueba de ello son la escena en que Máximo cabalga a toda prisa hacia su hogar para volver a ver a su familia, o aquella en que Robin de Longstride trata de unir a una Inglaterra debilitada y amenazada por los ejércitos de Felipe V.
En definitiva, para quien quiera disfrutar de una propuesta nueva de un relato viejo, a manos de un referente artístico, aquí la tiene: el mejor acto conmemorativo que se le puede dar a este justiciero tan polifacético.