Refugiado

Presentada en Cannes 2014 en la Quincena de Realizadores y en el Festival de San Sebastián, la cuarta película de Diego Lerman cuenta con una de sus guionistas habituales, María Meira. Ambos realizan un planteamiento panorámico de un caso de maltrato, que arranca con la gota que colma el vaso (quizá no la “única última”) y continúa con el camino hacia la seguridad (lo cotidiano se ha convertido en amenaza) para conseguir restañar heridas.

El relato es un drama, sin embargo se construye con cierta estructura de thriller que aporta tensión más allá de la explosión de violencia habitual en estas historias. Es por eso que Refugiado se centra en el suspense ante una amenaza que parece invisible, pero que es real.

En cuanto al discurso que articula sobre el tema, Lerman refleja los procesos internos de las víctimas: qué piensan, qué sienten, el tipo de decisiones que adoptan, las fases del miedo e incluso los sentimientos de culpa, presentes aunque diferentes tanto en la madre como en el hijo.

Julieta Díaz (Derecho de familia, Corazón de León) mantiene el tipo como uno de los epicentros del conflicto, pues con su rostro tiene que hacer verosímil la amenaza. Al mismo tiempo, la mirada de los niños en el centro de acogida –dañada pero con ganas de jugar y divertirse- actúa de perfecto contrapunto a lo que se quiere expresar. Esa convivencia de vida y temor se articula también a través de todos los espacios, abordados como etapas de la escapada al estilo de un cuento clásico, incluida la figura de la madre naturaleza que aísla y protege. En este sentido, el director juega con la iluminación natural y la realización de cámara también panorámica y movimiento no forzado para seguir la perspectiva del momento y vigorizar cada escena.

Lerman logra algo que, en la práctica, no es fácil: conseguir que un relato de violencia doméstica suene distinto y ofrezca un prisma original y enriquecedor, con pocos medios.

Firma: Lourdes Domingo