Lost River

El debut como director del actor Ryan Gosling ha producido un efecto bastante unánime en la crítica internacional: un «quiero y no puedo». Con una evidente influencia del cine de David Lynch (surrealismo y decadencia), Gosling nos traslada a una ficticia ciudad (Detroit, en realidad) que está de capa caída desde que alguien tuvo la idea de construir una inmensa presa, sepultando una antigua ciudad bajo ella.

Christina Hendricks está a la cabeza de este relato onírico (luces tintineantes, espejismos, sombras) en el que tiene lugar una especie de fantasía gótica que, queriendo resultar sugerente, termina siendo bastante engorrosa. La decadencia social y humana alcanza su cima en las escenas de cruel violencia y en las mujeres utilizadas como objetos de desahogo de frustraciones mediante el placer sexual.

Estamos ante una película más sensorial que narrativa, un ecléctico intento de imitación de los maestros del surrealismo. En definitiva, se trata de una cinta fallida del debutante, a la que, seguramente, le seguirá otra con un enfoque bien distinto.

Firma: Josepmaria Anglès