Los Canallas

La veterana cineasta francesa Claire Denis nos ofrece un denso y sórdido relato en el que intenta reflejar, de un modo claramente reduccionista, a la burguesía empresarial corrupta y degenerada a causa de un desmedido deseo de poder. La riqueza, según ella, llevaría al ansia creciente de posesión que pasaría de los bienes materiales al dominio también sobre las personas, convirtiéndolas en marionetas al servicio de sus más bajas pasiones.

Y nadie se salva una vez que se acerca a ese universo. El titulo es toda una declaración de intenciones. En castellano, se ha traducido eufemísticamente por “los canallas”, pero la traducción más certera sería la de “los hijos de p…”, o “los bastardos”, por la que se han decantado los angloparlantes. De cualquier modo, es un resumen de la galería de seres antipáticos que se arrastran por la pantalla aplastados por el peso de las pasiones que dirigen sus acciones. Los actores, por tanto, no son más que meras personificaciones de la venganza, la lujuria, el terror, la avaricia o la desesperación, componiendo por necesidad unos personajes planos, que solo suscitan el rechazo del espectador.

Puede ser que está sórdida frialdad sea intención (y por tanto acierto) de los realizadores para enfatizar la denuncia de este grupo social. Pero choca entonces el uso abusivo de un exhibicionismo, que acaba cayendo en los mismos vicios que el propio Laporte. Y tampoco se entienden entonces, si vamos en pos de una explicación o alegato en contra de la corrupción, los saltos en el tiempo y la dosificación de la intriga que resulta, al final, mal explicada y en absoluto sorprendente.

En definitiva, una historia cuya dureza no suple lo pobre de su guión y la simpleza de sus planteamientos. Y una apuesta visual donde ni la elegancia ni la belleza de los barrios nobles de París elevan lo triste y rastrero de la vida de sus habitantes.

Firma: Esther Rodríguez