La enfermedad del domingo

Ramón Salazar vuelve a trabajar con Susi Sánchez ya que, gracias a su trabajo conjunto en 10.000 noches en ninguna parte, la actriz fue nominada a los Goya. Y es que aparte de Sánchez (La piel que habito, Juana la loca) el director también opta por otra actriz brillante como Bárbara Lennie.

Ambas son el anclaje principal del film y las piezas sobre las que se desarrolla el drama narrativo. Dos personajes femeninos que luchan para mantener su “dignidad” y orgullo frente a la otra. Los diálogos son justos, las palabras y gestos comedidos. Con frialdad, las dos intentan no traspasar la barrera hacia la afectividad. Una relación materno-filial perdida que refleja el deshielo de corazones y la necesidad de perdón. Por desgracia, y sin aventurarme al final, la decisión de ambas es egoísta y poco digna de alguien que ha apostado por tirar las barreras y conocer al otro.

Una vez clarificado el hecho por el cual no se le da una tercera estrella, cabe solamente aclarar el título para seguir analizando. El director quiere evocar en sus protagonistas el sentimiento infranqueable que producen los domingos por la tarde. La realidad de una espera angustiosa de 30 años está fraguada con destreza a lo largo del guión. Esta nostalgia se realza gracias a la belleza fotográfica de Ricardo de Gracia y los violines de Nico Casal, que transportan al espectador de toma en toma.

Y de esta manera silenciosa, con sonidos ambientes, adueñándonos de las miradas desconfiadas de sus protagonistas y a modo de diapositivas que hacen revivir el pasado, nos enfrentamos a una película cuidada pero con un dilema moral peliagudo.

Firma: Carla Sciamma