Florence Foster Jenkins

Ya habíamos oído, con un poco de pánico, a Florence Foster en su versión francesa Madame Marguerite (Xavier Giannoli). Ante una historia que desentraña la tristeza de la vida de una mujer con mucha ambición pero sin talento, la vía cómica es un alivio en los espectadores. Sin embargo, la versión de este director francés es más bien un drama que deja estupefacto al espectador.

Céntrandonos en la nueva versión, Stephen Frears (Philomena, The Queen) que presenta en clave humorística el biopic de una mujer que hace oídos sordos –nunca mejor dicho, ya que es incapaz de escuchar lo mal que canta- al resto del mundo del espectáculo y que con su pésima actuación es capaz de empaparnos de ternura. El ritmo ágil de comedia se combina con una cámara que sabe ser paciente en momentos más reflexivos que, aunque son pocos, logran acercarse un poco más al personaje y tocar la fibra sensible, quizá de manera un poco superflua. Pero claro, es una comedia. Y no hay duda de que ha sido una buena opción para tratar esta historia.

Nadie desconfía del talento de Meryl Streep (La dama de hierro, La decisión de Sophie, entre otras muchas). Incluso cuando su papel es alguien bastante pésimo, ella sobresale interpretándolo. No obstante, el reparto no brilla únicamente por la protagonista. Le acompañan un Hugh Grant (Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill, Love Actually) acostumbrado a las comedias románticas, en un papel con mucho tacto; y el secundario Simon Helberg (The Big Bang Theory) que funciona como principal escape humorístico.

Se trata de un largometraje que destaca por cómo trata la historia y la calidad de las interpretaciones. No hay duda de que dejará un recuerdo agradable y divertido en los espectadores sobre la vida de Florence.

Firma: Elena Mira Jarillo