Harka

De la mano de Adam Bessa, el espectador se va adentrando en la miseria y la corrupción de Túnez. Su magnética actuación –con sus miradas y sus gestos– trasladan eficazmente al público sus sentimientos de rabia y frustración hasta que todo el auditorio llega a experimentar la misma impotencia.

A medida que avanza este film, navegando entre la denuncia social y el drama familiar, la audiencia se va desesperando a la vez que el protagonista y, poco a poco, se va incomodando más. El retrato de la falta de oportunidades parece culpar a todos esos gobiernos que fallan a sus ciudadanos, pero la película no se olvida de responsabilizar también a la sociedad, que con su indiferencia contribuye a la injusticia.

Por ello, el final resulta tan hiriente, pues la imagen que cierra esta historia despierta cierta culpabilidad en quien ha presenciado los hechos. Aunque es dura y dolorosa, es una cinta necesaria pues describe la realidad actual. Y si deja tan mal sabor de boca es, precisamente, por su honestidad.

Firma: Patricia Amat