El mundo abandonado

Margarethe von Trotta vuelve a la gran pantalla después de su maravilloso retrato de Hannah Arendt en el 2012, y lo hace con su otro tema favorito, como dice: “las películas de hermanas”. Además, fue su propia historia la que dio pie a la película, pues la directora alemana descubrió que tenía una hermana 15 años mayor que ella al fallecer la madre de ambas. Sin embargo, no lo cuenta con la maestría con que nos presentó el personaje de la filósofa judía y su teoría sobre la banalidad del mal.

En este film, de puesta en escena y fotografía propias de la calidad que suele ofrecer la cineasta, todo pasa de manera gratuita, las acciones se suceden una tras otra porque sí, y los personajes se vuelven tan absurdos y pesados como el argumento inverosímil. La historia acaba haciéndose lenta para el espectador.

Aunque la actriz protagonista, cantante en la vida real, brinda una buena interpretación dentro de las exigencias del guión –a veces ridículas–, conforma un personaje infantil (para quitar drama a lo que es un caso insólito) y eso desentona con el clima y la profundidad que se esperan de la película.

Firma: Begoña Arribas