El abusivo uso de los videojuegos

¿Un problema más serio de lo que parece?

La fiebre por los videojuegos no tiene fin. Quien más, quien menos, suele echar alguna partida a lo largo del día en el móvil, la consola o el PC. Y es que los videojuegos gustan, entretienen y enganchan a todas las edades, aunque especialmente a los adolescentes.

“Está todo el día enchufado al Fortnite”, “no quiere hacer otra cosa que jugar” o “si no me pongo seria no apaga la consola”, podrían ser ejemplos de nuestro día a día. Pese a todo, debemos huir de afirmaciones –gratuitas muchas veces– que sentencian que los videojuegos son peligrosos, adictivos o poco recomendados.

No es el uso sino el abuso lo que resulta perjudicial. Por ello, es necesario que orientemos a nuestros hijos hacia un consumo responsable de las pantallas, aunque no siempre resulte fácil. Las pantallas no son perjudiciales, pero cuando la partida de Fortnite, el timbre de WhatsApp o el vídeo de TikTok se convierten en una obsesión, es cuando debemos preocuparnos.

Abusivo Uso

Fear of Missing Out

Desde hace años, el término anglosajón FOMO (Fear of Missing Out) nos habla de la necesidad de estar conectados en todo momento. Cuando esto pasa, las primeras que se resienten son nuestras relaciones interpersonales, familiares y sociales. ¿Acaso no habéis apreciado nunca la típica instantánea de un grupo de amigos reunidos y cada uno pendiente de su móvil en lugar de mantener una conversación?

Con la necesidad de conectarnos al mundo a través de la pantalla se deteriora la comunicación con los que nos rodean. Sin ir más lejos, el último informe del Ministerio de Sanidad calcula que prácticamente un 4% de la población entre 15 y 64 años puede padecer un trastorno por el uso compulsivo de las redes. Especialmente interesante resulta el dato que sitúa esta adicción en un 11,3% para el grupo entre 15 y 24 años.

¿Uso o abuso?

El principal peligro, como podéis imaginar, se centra en el uso abusivo, o lo que es lo mismo, en el exceso de horas jugando a los videojuegos. Un pequeño –pero alarmante– porcentaje de los adolescentes juegan una media de cinco horas diarias, mientras que el grueso de ellos dedica entre una y dos.

Controlarlo no es sencillo, pero sí necesario. A esto, hay que sumar que, si bien la mayor parte del tiempo lo dedican a jugar –muchas veces como forma de socializar con los amigos–, un 34% acostumbra a pasar el rato viendo cómo otros juegan a través de canales de eSports y de youtubers conocidos.

Para revertir la situación debemos recurrir necesariamente a la rutina y los hábitos: “lo que quieras conseguir mañana comienza a trabajarlo hoy”. Así ocurre con todo: el orden, la autonomía personal, la responsabilidad con el estudio, etc. Es difícil que los adolescentes lleguen a ser autónomos si no son capaces de organizar su tiempo y compatibilizarlo con los deberes, los amigos y las extraescolares.

Abusivo Uso

El papel de los padres y madres

Y nosotros, ¿qué podemos hacer? Por un lado, delimitar horarios. Es cierto que, en ocasiones, todos abusamos del móvil como un “aparca-niños”, pero esto puede derivar en la necesidad de la pantalla para que estén relajados. Busquemos alternativas.

Por otro lado, podemos hacer algo tan sencillo como predicar con el ejemplo. ¿Habéis probado de cenar sin la televisión puesta o desconectar del móvil a media tarde?

Por último, habréis podido comprobar que no todos los juegos enganchan por igual. ¿Os habéis preguntado por qué dedican más tiempo a Fortnite o Brawl Stars que a Súper Mario o Zelda? Para entender esto tenemos que hablar del reto.

Cualquier videojuego nos propone una serie de desafíos con mayor o menor frecuencia. Podríamos decir que el reto mayor –al que podemos denominar como “la cadena larga de recompensa”– consiste en finalizar el juego. Sin embargo, antes de conseguirlo y con el objetivo de mantenernos enganchados, el juego en cuestión nos va poniendo obstáculos en forma de puzles, saltos o combates. A esto le llamamos la “cadena corta de recompensa” y es lo que hace que queramos seguir avanzando.

En el caso de juegos como Fortnite o Brawl Stars, el reto es continuo, teniendo que superar obstáculos sin parar. Esto hace que estemos conectados en todo momento. Por si fuera poco, este tipo de juegos, conocidos como Battle Royale, nos permiten reengancharnos a nuevas partidas de forma prácticamente instantánea cuando perdemos. Por todo ello, es difícil querer dejar la partida.

Insistimos en que necesitamos marcar muy bien los ratos dedicados a los videojuegos. No nos engañemos, un niño o niña no dirá por propia voluntad que es hora de dejar de jugar. Animémonos a buscar un horario y pactarlo con ellos. Porque, recordemos, el uso de los videojuegos no tiene por que ser negativo, pero el abuso sí.

Firma: José Carlos Amador