Zoo

La cadena de C.S.I. y Navy, investigación criminal, CBS, adapta la novela de James Patterson, Zoo, para la temporada estival de 2015. Intenta, con esta ficción, conseguir los mismos resultados de audiencia que obtuvo con La cúpula (Under the dome) el año anterior. La idea es triunfar con un producto ligero y muy apropiado para los días de vacaciones. Estrenada en junio en los EE.UU., a España llega en septiembre de la mano de Cuatro con una temporada completa y pendiente de renovación.

Este drama apocalíptico desdobla su argumento para dar voz a diferentes protagonistas. Uno es el zoólogo ecologista en busca de las teorías de su padre sobre la rebelión de los animales y, la otra es una periodista ansiosa por descubrir complots detrás de cada suceso. Esta doble línea argumental permite el salto de escenarios y una cierta variación de los puntos de vista con los que se afronta el mismo hecho. Con todo, Zoo no resulta lo variada ni trepidante que cabría esperar.

El rodaje en desiertos, selvas y ciudades superpobladas es un acierto técnico y artístico. Sin embargo, se pierde el interés al no afrontar con buen resultado unas escenas de acción y suspense que acaban siendo pobres y poco llamativas. Se agradece no ver cruentos episodios de ataques a la raza humana, pero la cámara se aleja demasiado pronto y el espectador debe rellenar lo que falta antes de verse totalmente atrapado en la acción. Quizá por eso, Zoo no logra transmitir todo el terror, el misterio o la angustia que se pretende con un argumento tan impactante.

Además, la serie acumula diálogos comunes, arrebatos ecologistas poco trabajados, situaciones de riesgo predecibles, actuaciones contrarias al sentido común y personajes que se adaptan perfectamente a los estereotipos más habituales. Así es imposible crear algo novedoso y así lo percibe hasta el espectador menos habituado al género de ciencia-ficción.

A pesar de todo, Zoo se deja ver y puede entretener a una audiencia amplia. Técnicamente bien hecha, sin estridencias en el reparto y con una historia más o menos original, el espectador puede refugiarse en ella durante los 40 minutos que dura un capítulo sin correr el riesgo de sentirse «atrapado».

Firma: Mar Pons