Los Miserables (miniserie)

Para los lectores de la novela, el argumento de esta mini serie no supone ningún misterio. No obstante, siempre es una suerte poder disfrutar de un clásico llevado a la pequeña pantalla con fidelidad y cierto encanto. Sin ignorar que Los miserables recoge todo tipo de abusos y bajezas, esta ficción no se recrea en ellas más de lo necesario. Y, en este caso, lo necesario es vislumbrar el dolor para hacerse cargo de la falta y, en algunos casos, de la culpa. De esta forma, como espectadores, podemos compartir o comprender la desesperación de Fantine, el egoísmo de Thénardier y de su mujer, la lucha interna de Valjean e incluso el despotismo de Javert.

Lo más grande de este título, mérito que pertenece a la novela pero que la BBC hace relucir, es la radiografía que hace del ser humano. Las personas, con sus limitaciones, sus incapacidades, sus virtudes y, especialmente, con su libertad configuran su historia. Algunas de ellas se perciben escasas, pequeñas y cortas. Otras, en cambio, son grandes, esperanzadoras y útiles. Y queda claro, además, que las primeras van unidas al egoísmo y la intrascendencia y que las segundas se ensanchan por la bondad y la generosidad.

Realmente en este título se dan cita personas muy miserables, pero no sólo en lo económico –que también– sino, especialmente, en lo humano. Resulta curioso comprobar como la bondad de alguien puede agudizar la maldad de otro alguien sin que intervenga nada más que el orgullo y la cerrazón. También, queda patente que las acciones tienen consecuencias y lo que uno hace o es influye insospechadamente en otras vidas.

Por tanto, conocer su argumento no le quita ni un ápice de interés a esta historia que se narra sin fisuras en el ritmo y durante seis capítulos. Una vez más, el vestuario, la ambientación, la fotografía, los paisajes y la técnica nos recuerdan que estamos ante un producto cuidado y desarrollado con esmero. Una oportunidad para disfrutar, aunque algunas escenas nos hagan sufrir más de la cuenta.

Firma: Mar Pons