El señor de los anillos: Los anillos de poder

Puede resultar peligroso acudir a Los anillos de poder para revivir lo que magníficamente recreó Peter Jackson en sus tres largometrajes, ya que esta ficción se queda lejos de la obra cinematográfica. Sin embargo, no cabe duda de que se han invertido medios para que la técnica sea impecable y el resultado visual es casi perfecto.

No obstante, esta superproducción se ha colocado en la difícil tesitura de recuperar nada más y nada menos que uno de los mundos fantásticos más seguidos, leídos y alabados de la literatura: el de J.R.R. Tolkien. Este dato pasa factura y ya no se puede valorar la serie como una propuesta fantástica sin más.

En este sentido, a la serie le falta profundidad en la trama, trascendencia en los diálogos y carisma en sus personajes. Como espectador cuesta identificarse con los protagonistas y aceptar que así fueron los predecesores de Bilbo, Frodo, Gandalf, Legolas o Aragon. Por no citar a la propia Galadriel, que se nos presenta mucho menos enigmática y más vengativa.

Son demasiadas las historias en las que se diversifica la trama y algunas de ellas acaban siendo repetitivas o innecesarias (lo de las tres brujas es difícil de defender). Esto también repercute en un ritmo que fluye con dificultad y se estanca en momentos poco oportunos.

Con todo, y aunque a la serie le falta entusiasmo y carisma, esta producción encargada a los principiantes Patrick McKay y John D. Payne sirve para entretener a los no muy fans de Tolkien o para aquellas personas que persigan historias fantásticas bien facturadas y cuya narrativa se deslice sin pretensiones por la superficie audiovisual.

Firma: Mar Pons