Pelo malo

La Película que obtuvo la Concha de Oro del Festival de San Sebastián el pasado 2013 nos traslada a una Venezuela pobre y superpoblada pero dominada, como otros puntos del planeta, por la influencia de la televisión.

La descripción que Mariana Rondón, guionista y directora, hace de la ciudad y de sus gentes es clara y reviste cierta fascinación gracias a una magnífica fotografía y a unos encuadres que consiguen revelar las verdaderas condiciones de pobreza dotándolas de cierta elegancia (la escena del juego del veo-veo ante el gran “panal” de viviendas es sobrecogedora e impactante a partes iguales).

Es fácil también desde un principio enganchar con Junior, con su vecina, con el indolente del colmado o con el grupo de terapia adelgazante; una galería de personajes que, dentro de sus precarias condiciones de vida, se abren camino sin victimismo y bastante buen humor.

Sin embargo, conforme avanza el film, es el papel de la madre el que va ocupando el lugar principal del guión. Y es un papel que rompe y distorsiona la imagen de amable pobreza de los otros protagonistas. Marta es una mujer bastante desquiciada, con un punto de brutalidad e incapaz de controlar sus arranques de ira (parece que por eso perdió su trabajo de vigilante jurado) o su conducta sexual, que utiliza tanto de desahogo como por interés. Y la víctima de todo ello siempre resulta ser Junior, sin que sepamos el origen del odio ni lo que persigue con su rechazo.

Todo ello hace que se vaya agriando el tono de la película y se acabe convirtiendo en un amargo y mal explicado drama personal.

Firma: Esther Rodríguez