El convento

Hermética y magistral película del más prestigioso cineasta portugués Manoel de Oliveira (87 años) que debutó como documentalista en las postrimerías de la época muda (Dora faina fluvial, 1929) siguió como actor (A cançao de Lisboa, 1933) y director de largometrajes su AnikiBóbó (1942) está considerado como precursor del Neorrealismo para volver a la realización cinematográfica en los años 60 (Acto de primavera y A caça, ambas de 1963) y desarrollar su arte creador en las tres últimas décadas.
 
Con 17 películas en su haber el octogenario Oliveira está reconocido como un maestro europeo desde su tetralogía de los amores frustrados hasta sus premiadas obras en los festivales internacionales: Le soulier de satin (1985), A Divina Comédia (1991) o las estrenadas en España El valle de Abraham (1993) y A caixa (1994).
 
Estudioso de la unidad entre los lenguajes escénico y fílmico habla del ‘cine como preservación audiovisual del teatro’ y su cinta Los caníbales (1988) incluso dio lugar a una ópera está valorado como vanguardista y clásico a la vez.
 
Con una planificación muy estática cabe considerarle también un heredero de los maestros Dreyer Buñuel y Bergman; sobre todo en la singular película que comentamos. O Convento parece estructurado pues como una tragedia griega con una catarsis que lleva a la destrucción de los personajes portugueses y al regreso a la ‘vida ordinaria’ del matrimonio protagonista; mientras participa del estilo de la fábula fantástica ochocentista y del distanciamiento brechtiano tan caro a su realizador.

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