El director Gianfrancesco Lazotti, a quien recordamos por su primer largometraje Sanremo felici (1988), inició su carrera dirigiendo múltiples series para la televisión italiana, tras forjar sus primeros pasos como ayudante de dirección de Ettore Scola y Dino Risi. Con esta prometedora alforja, regresa a la gran pantalla para ofrecernos (con evidente retraso en España, por cierto) esta nuevo título que lleva a cabo con absoluta responsabilidad personal, cuidando tanto de la historia y guión como de la dirección de la misma.
Aunque por lo concerniente al argumento se habla de un suceso real, estamos seguros que habrá puesto bastante de su parte con el fin de imprimir a la cinta un toque más ligero y agradable para el espectador, soslayando la parte más dramática y sensible que la propia historia en sí hubiese permitido.
Partiendo de la base de que, ya hace años, Edmond Rostand creó su narigudo Cyrano de Bergerac escribiendo y leyendo cartas de amor en nombre de un enamorado poco hábil, este tema ya ha sido trasladado al cine en varias ocasiones con diversos resultados. Pero no hay duda de que el engaño es atractivo y en este film, muy al estilo de la comedia del cinema italiano de todas las épocas, la trama se sigue con placentero interés.
A ello contribuye, sin duda, el enfoque del tema al despojarlo de cualquier dramatismo, tanto en la situación en sí como por la carencia de movilidad de una de las dos principales intérpretes, defecto compensado, por cierto, por una singular belleza física a la que la cámara no ahorra sugestivos planos.
Una ocasión más para valorar la decisiva importancia de las palabras (habladas o escritas) en el desarrollo de los sentimientos entre los seres humanos y, muy especialmente, cuando en casos similares al de la cinta una privación pueda representar para cualquier persona una notable diferencia de trato por parte de los demás.
Un comentario dentro del propio film: “Si te encuentras alguna vez en un túnel sin salida… al menos ponle flores”. No lo olvidemos.
Firma: Joaquín Guitart
Rosalba (Nicoletta Romanoff) está enamorada de Danilo (Filippo Nigro) un joven que cumple condena en la cárcel. Para ayudarle a sobrellevar la soledad, decide escribirle una apasionada carta cada día. Al no verse capaz de expresar sus sentimientos con palabras, pide a su mejor amiga, Katia (Cristiana Capotondi) impedida en silla de ruedas, que la ayude. Poco a poco, de esas cartas nacerán los propios sentimientos de Katia, que serán correspondidos por Danilo. Ambos empezarán a enamorarse a distancia, y harán todo lo posible por estar juntos.
