Original drama carcelario, que ha significado el debut como director del reconocido guionista Frank Darabont (Pesadilla en Elm Street, Frankenstein de Mary Shelley). Basado en un relato breve del especialista Stephen King, Rita Hayworth and the Shawkshank Redemption, este joven autor lo ha reescrito en imágenes con sutileza y convicción. Bebiendo en las fuentes de los clásicos filmes del género –desde El hombre de Alcatraz, pasando por La casa de cristal o La evasión, hasta La fuga de Alcatraz o Brubaker–, Darabont ha realizado una brillante película que va más allá de los estereotipos habituales.
Con un ritmo bien mantenido, pese al largo metraje de la narración, logra interesar y arrastrar al espectador en todo momento; al tiempo que se apoya en un excelente plantel de intérpretes: el ascendente Tim Robbins, el nominado para el Oscar al Mejor actor Morgan Freeman (que finalmente no ganó) y el también veterano James Withmore en su patético papel de Brooks. Cuenta con una bella partitura musical de Thomas Newman. Pero dejemos que el propio realizador defina su obra: “La estructura típica de las cintas de Hollywood persigue que el público conozca rápidamente al personaje y le siga a lo largo de todas las escenas, organizado en los clásicos tres actos: planteamiento, nudo y desenlace. Cadena perpetua es otra cosa. Es una larga película de personajes, estudio de caracteres, donde la trama pasa inadvertida. Me parece peligrosa la manía de Hollywood de someter todos los filmes a la misma fórmula”. Ciertamente, lo más notable de Cadena perpetua no es la comentada trama argumental –de la cual, a propósito, he ocultado su final–, sino el espléndido reflejo que ofrece de casi treinta años de la vida americana. Pues a través de los significativos pósters de la Hayworth, Marilyn Monroe y Rachel Welch, y la evolución anímica de los personajes, Darabont retrata las diversas mentalidades de un país, así como la crítica que hace, tanto del sistema penitenciario como del mismo establishment y status social que ha contribuido a generarlo. En este sentido, el agudo discurso de “Rud” sobre la redención ante el tercer tribunal de apelación, resulta francamente revelador.
Por otro lado, junto a los valores personales –aunque contiene ligeros toques eróticos y de violencia un tanto desagradables–, como la dignidad, lealtad, amistad, solidaridad y esperanza humanas, hay que añadir la defensa de la lectura y la música clásica (la emotiva secuencia del aria de Las bodas de Figaro, de Mozart, que cautiva a los presos, es impresionante), en esa lucha denodada del protagonista por ayudar a sus semejantes, primero sacándolos de la ignorancia. Con todo, ante la acusación del exceso de sentimentalismo que destila el filme, Frank Darabont se defendió así: “Yo soy un soñador. Un optimista. Creo en los valores de la persona. Esa es la razón por la que soy guionista y he llegado hasta aquí. Por eso me gusta tanto ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra. Pero Cadena perpetua no es sentimental, sino que recrea una realidad emocional muy intensa. Las cosas más tiernas tienden a ser sutiles. La diferencia entre la ternura y lo sentimental es como probar la sopa y advertir que le falta sal”. No obstante, el público norteamericano no ha respondido favorablemente ante esta obra denunciatoria: apenas 17 millones de dólares en veinte semanas de exhibición, y ningún Oscar de la Academia (a pesar de haber recibido siete nominaciones, entre ellas a la Mejor película). ¿Tendrá que esperar Darabont a dirigir la nueva trilogía de La guerra de las galaxias, que le ha sido encomendada por George Lucas, para convencer a los aficionados?
Firma: Carles Martínez
Extras DVD:
América, años 40-60. Un joven banquero, Andy Dufresne, acusado de haber asesinado con premeditación a su esposa y al amante, es condenado a dos cadenas perpetuas. Ingresa en la inexpugnable penitenciaría de Shawshank, donde no sólo será mal recibido por los otros presos, sino que sufrirá las peores vejaciones. Pero pronto establece una verdadera amistad con un recluso de color, “Rud” Redding, a quien infundirá la esperanza de vivir. Asimismo, conseguirá elevar la cultura de los condenados con la creación de una biblioteca, aunque también se vea obligado a servir los “intereses” del corrupto alcaide.