Violencia machista y soft porn

En junio de 2020, Netflix estrenó 365 días, la cinta polaca basada en el libro homónimo de Blanka Lipinska (una mujer, sí). Dirigida por Barbara Bialowas (otra mujer, sí) y Tomasz Mandes, su resumen es sencillo: Massimo, hijo de un traficante de blancas de la mafia, secuestra a Laura y le da un año para que se enamore de él. Si no lo consigue, la soltará.

¿Mujeres al frente o afrentadas?

Llama la atención que dos mujeres estén al frente de una narración (literatura-cine) que promociona e idealiza la violencia contra la mujer. Con solo un vistazo, cualquier lector o espectador puede darse cuenta de que se propone que la razón de existir de la mujer es ser el objeto del deseo masculino. Sin una identidad propia e integral, en 365 días se la considera únicamente por su físico y por lo que el hombre pueda sacar de él. Así, se presentan como normales unos perfiles de conducta trastornados y morbosos.

Curiosamente, la película ha sido el altavoz de una novela (en realidad, una trilogía) que había pasado bastante desapercibida por motivos evidentes, y por ser una de tantas peripecias herederas de 50 sombras de Grey, con toda la simpleza que de ello se desprende.

El éxito ha sido desconcertante, a pesar de la multitud de críticas recibidas. No obstante, se entiende que un tipo de audiencia haya caído en la red por la cantidad y explicitud del contenido erótico-sexual, por los intérpretes atractivos y porque el relato se desenvuelve entre el lujo, la belleza y los excesos.

Al mismo tiempo, no se entiende que una sociedad que intenta luchar para acabar con la lacra de la violencia contra las mujeres consuma (aunque sea en horas bajas) este tipo de productos. Y es que, en 365 días, se promocionan frases de estilo: “Serás mía”; “Tengo a mi disposición hasta el último centímetro de tu cuerpo”; “No quiero que me desobedezcan”; “Vas a ser mía, te lo garantizo y luego haré lo que yo quiera y cuando yo quiera”. Dichas en otro contexto por otras portavoces, estas afirmaciones serían motivo de rechazo inmediato. Sin embargo, la pantalla ofrece un paradójico filtro de irrealidad que conduce, en casos como este, a conformamos con cualquier cosa.

Este es el riesgo del consumo audiovisual sin pensamiento crítico. Como también lo es el hecho de que haya personas capaces de afirmar que quieren tener un Massimo en su vida o vivir una aventura similar. Incluso, las empresas utilizan la fama reciente de un actor que, hoy por hoy, representa la mafia, la violencia, el sometimiento y el maltrato a la mujer.

Artículo 365 días

Prototipos de 365 días

Una de las grandes críticas recibidas es el haber perfilado unos roles-cliché, tan poco tridimensionales como muy maquillados. A la vez, los caracteres principales distan de respirar salubridad: están colmados de particularidades recurrentes, con consecuencias altamente peligrosas y enfermizas. De ahí que la historia se desarrolle entre personalidades infantiles, inmaduras, egoístas y débiles.

En la misma línea, la incapacidad de amar se plasma en la posesión egoísta que se lleva a cabo al máximo precio: el de la libertad de la mujer. Sorprendentemente, Laura (exponente femenino) acepta –sin demasiada resistencia– tanto el trágico hecho de perder su autonomía como los lujos y cuidados que perpetúan la imagen del hombre guardián y la mujer caprichosa, débil y necesitada de protección.

A modo de muestra, estos estereotipos son los que ensalza la película:

– Hombre guapo
– Hombre bestia
– Hombre manipulador
– Hombre poderoso
– Hombre dominante frente mujer fácilmente sumisa
– Mujer insatisfecha
– Mujer dependiente
– Mujer aniñada, inmadura, caprichosa: una mujer que no ha crecido
– Mujer que no valora su libertad, que vive para el otro
– Mujer objeto sexual, con la función de satisfacer el deseo del hombre

Te pego porque te quiero

El argumento arranca con un hecho delictivo: el secuestro. Esto no entrañaría ningún problema sino fuera porque justifica lo injustificable: la violencia por amor.

No contentos con semejante idea, 365 días da un giro –propio de una mente deformada– para hacer que la víctima acabe no sólo tolerando la tortura sino aceptándola como un regalo.

La vulneración ética se agranda al legitimar la violencia pública, además de la ya mencionada. El largometraje da espacio al grave delito de la trata de blancas con todo lo que ello supone, a excepción de denunciarlo o ayudar a las víctimas. Allí, es un negocio como cualquier otro dentro de la mafia.

Nada disculpa que se aborde un tema tan doloroso para tantas mujeres con la irresponsabilidad e inconsciencia con la que lo han hecho. En este sentido, vuelve a quedar patente la falta de sensibilidad, empatía y compromiso hacia las víctimas de violaciones, secuestros o maltrato a manos de sus parejas.

La otra cara del príncipe azul

En otras tantas creaciones dirigidas a los adolescentes –Élite, Sex education o After, en mil pedazos– impera una cosificación del “otro” o la “otra” que recuerda mucho al caso presente.

Con tonos distintos, todas ellas omiten revelar los efectos que desencadena una sexualidad así, meramente material e instrumentalizadora. Los sucesos que desfilan pretenden validar cierto lema: “Practica sexo con quien quieras y cuando quieras. Si no quiere, tú puedes hacer que quiera.”

Y ¿cómo conseguir que la otra parte –en general, la mujer– quiera? En algunas situaciones, ayudará el chantaje. En otras, la presión social: querer encajar en el grupo o ese porque todos lo hacen.

Entre las propuestas más distorsionadoras y machistas, 365 días sugiere convencer a la mujer a través del lujo, los deseos concedidos y la belleza. Emerge aquí la figura romántica del príncipe azul, convertido aquí en un proveedor de bienestar y exuberancias seductoras (para lograr la subordinación).

En boca de la protagonista, podemos escuchar exhalaciones de este calibre: “Cuando estás con él te sientes como una niña, cumple todas tus fantasías sexuales, te protege…”. Espanta ver que se exhiba como ejemplo a una mujer que se deja comprar de manera tan vergonzosa y humillante, sin que obsequie con un cierto contraste y baño de realismo.

Massimo, dominador

No es casualidad que el film empiece con el padre de Massimo inmerso en una red de trata de menores de edad. Desde el principio, el mundo de la prostitución configura el escenario de la trama, que va urdiendo una burda justificación moral de Massimo: este expresa opiniones críticas sobre dicho negocio, aunque sigue manteniendo relaciones comerciales con esas mafias. Por lo tanto, en verdad, se convierte, cuanto menos, en cómplice y, más adelante, en usuario y beneficiario de esos abusos.

Mientras, la mujer se introduce como cuerpo de uso alternativo. Al menos, esa parece ser la intención de los guionistas, que revisten con una pátina de progresismo un mensaje profundamente misógino: la mujer solo vale por sus atributos sexuales y siempre al servicio del hombre.

Cuando el amor no es simétrico y se basa en la absoluta dominación del hombre frente a la mujer, solo puede engendrar una relación unilateral. En ella, el hombre observa a la mujer para verse reflejado a sí mismo –un narcisista a ultranza–, incapaz de reconocer en ella un sujeto completo, un ser humano digno y libre.

Laura, dominada

Laura también sufre un cambio. Es importante el matiz semántico. Laura no cambia, padece una transformación ocasionada por un factor externo: se “enamora” de Massimo. Pero su papel sigue siendo el de un ser sin alma ni voluntad, que vive en función de las acciones ajenas, privada de cualquier iniciativa, libertad o poder de decisión respecto a su vida.

Si antes Laura solo era un objeto sexual con el que Massimo fantaseaba y al que posteriormente violaba (porque recordemos que la mitad de las escenas sexuales no son consentidas y, cuando lo son, se dan bajo una influencia psicológica brutal), ahora es una mujer enamorada y, por eso, su entrega es aún más irracional.

A través de esta lógica, Barbara Bialowas y Tomasz Mandes manipulan y tergiversan el concepto de amor y del enamoramiento. Se sirven de un sucedáneo y lo utilizan para respaldar el sexo indiscriminado y patológico.

Ya no se trata solo de que la protagonista se subyugue al hombre en el momento de mantener relacione sexuales, sino que es toda su identidad la que se visualiza en función de la perspectiva masculina: se tiñe el pelo porque a él le gusta más, piensa en él constantemente y el valor de su embarazo lo asocia, no al bebé ni a su maternidad, sino a que es, por encima de todo, hijo de Massimo. Desde el psicoanálisis, es muy significativo el proceso que sufre: pasa del terror de estar secuestrada a la atracción sexual y, finalmente, al falso enamoramiento (con una total dependencia afectiva).

Hablar con los jóvenes

Como conclusión, las madres, los padres y educadores necesitan estar al día y no quedarse al margen de lo que ocurre en la pequeña pantalla.

Por tanto, Contraste, la cabecera de contenidos de la Fundación Aprender a Mirar y de la Asociación de Consumidores de Medios Audiovisuales, apuesta por la educación, por hablar, por entablar una conversación que, quizá, pueda parecer incómoda o inútil pero que, sin duda, es indispensable.

En familia o en la escuela, con los hij@s o con el alumnado, es preciso afrontar este u otros títulos similares. Para facilitar el diálogo, puede servir el siguiente esquema.

1) Para comenzar, algunas cuestiones generales:
Define a los protagonistas
¿Qué te gusta de ellos?
¿Cómo crees que eso que te gusta encaja en la vida real?
¿Crees que esa relación aporta felicidad?
¿Qué son y por qué se mantienen relaciones sexuales?
¿Quién debe consentir en una relación sexual?
¿Qué piensas de alguien que depende de una persona que le pega y maltrata?

2) No quedarse en las apariencias. La víctima no es solo la mujer, también lo es el hombre por la imagen que se da de él:
¿Qué idea se transmite de la masculinidad?
¿A quién afecta el estereotipo de macho alfa? ¿A los más inseguros o emocionalmente instables? ¿A los afectivamente estables?
¿Qué conclusión se puede sacar de la figura de Massimo?
Comentar la siguiente afirmación: Quién replique los comportamientos de Massimo, no encontrará en ellos la felicidad.

3) En la vida real:
“En una mente sana no tiene lugar el deseo sexual allá donde te hacen daño o coartan la libertad”. ¿Estás de acuerdo esta afirmación? ¿Por qué

Psicológicamente hablando, Laura y Massimo presentan un cuadro de personalidad enfermiza ¿qué piensas de que se propongan como modelo a estos dos personajes?

Firma: Anna Bruch, Mar Ouro, Rosamaría Aguilar, Mar Pons