Tierna comedia en la que la tercera edad es la protagonista indiscutible. Un espacio acogedor, algo fantasioso y, sin duda, un lugar donde a muchos les gustaría envejecer.
Pocas veces el espectador tiene la oportunidad de asistir a una serie sobre la etapa vital a la que la mayoría nos enfrentaremos tarde o temprano: la vejez. Basada en el largometraje de Maite Alberdi, El agente topo, esta adaptación televisiva está protagonizada por un convincente Ted Danson (The Good Place).
En clave de comedia, el guion no deja pasar la oportunidad de acercarse a la dura realidad de la vejez: la soledad, los propósitos ya caducos o la falta de ilusión por vivir. En esta etapa vital, cada pérdida cercana, cada dolor o cada olvido es un recordatorio de que el tiempo se acorta, de que en cualquier momento la muerte se puede presentar en nuestra puerta.
No obstante, el entorno y la trama permiten que esta ficción no sea un drama colectivo, sino un escaparate que muestra las sombras, pero también las luces, de una vida en su ocaso. Así, cobran relieve las cosas importantes; desde la familia a la amistad, pasando por saber apreciar el presente como si no hubiera un futuro. Una sabia forma de vivir aplicable a cualquier edad.
Es cierto que el hogar que sirve de escenario en nada recuerda a las residencias comunes. No obstante, sea donde sea, la sociedad debe tomar conciencia de la vulnerabilidad de las personas mayores. Descubrir que envejecer es un desafío, un aprendizaje que se vuelve más llevadero cuando se hace en compañía.
Más allá del ambiente bondadoso de la residencia geriátrica Pacific View y de la radiografía de la vejez, Un hombre infiltrado se abre camino de forma orgánica en nuestras preferencias por la simplicidad de la historia, sus personajes y la luz que irradia. Esta ficción se postula como un buen título para disfrutar en familia y alejarse de las historias vacías.
Firma: Mar Pons
Hace un año que Charles perdió a su mujer. Jubilado y sin nada que hacer, pasa los días resolviendo crucigramas y enviando artículos recortados a su hija, Emily, a la que no ve muy a menudo. Y es Emily, precisamente, quien aconseja a su padre buscar una actividad que le motive y llene sus horas.
De esta forma, Charle acaba trabajando para una investigadora privada y, con el objetivo de dar caza a un ladrón, debe infiltrarse en una residencia de ancianos. Así, el hogar de la tercera edad de San Francisco se convierte en el nuevo hábitat de un espía novato en fase de duelo.