No exenta de cierta dureza y crueldad, el drama se apoya en unos personajes sólidos y en unos actores solventes.
Scott Frank (Gambito de dama) adapta las novelas del escritor danés Jussi Adler-Olsen protagonizadas por el detective jefe Carl Morck. En esta ocasión, la desaparición de una abogada hace cuatro años despierta el interés del nuevo departamento de la policía de Edimburgo dedicada a casos no resueltos.
Durante nueve capítulos, de casi una hora de duración la mayoría, el espectador se debate entre dos casos: el tiroteo a tres policías, entre los que se encuentra el protagonista, y la desaparición de Merritt, una abogada de éxito. Ambos son un vaivén en el tiempo. El guion viaja del pasado al presente para ir encajando las piezas y, aunque parezca mentira, tanto movimiento no resulta agotador.
Mientras la historia avanza, los guionistas van sembrando semillas de información hasta llegar a un final que satisfará a la mayoría y del cual, quizá, ya sospechábamos. Aunque la balanza se inclina por la desaparición de Merritt y deja la resolución del tiroteo para una próxima temporada, lo que parece el gancho que perpetuará la serie. Además, como colofón, el último episodio aglutina toda la tensión esparcida en los anteriores y juega su baza de la emotividad, para dejarnos buen sabor de boca.
Aun así, la audiencia debe enfrentarse a dos personajes, los principales, con un marcado mal carácter y una manifiesta falta de empatía, casi enfermiza. Y, a pesar de que no son rasgos puestos al azar, sí interfieren en el ánimo de quien quiere llegar al final de las investigaciones. A esto, se suma una violencia y crueldad algo excesiva que puede resultar incómoda.
Con todo, Dept. Q es un relato bien construido y mejor filmado, con unas interpretaciones sobresalientes y que está pensado para atrapar a aquellos que se inclinan por la oscuridad del ser humano y su lucha ante las injusticias. Una historia con los componentes adecuados de acción, suspense, drama y algo de humor (negro, pero humor).
Firma: Mar Pons
El detective Carl Morck tiene mal carácter y no sabe controlar su ira. A pesar de ser uno de los mejores inspectores de la policía, son pocos los que le apoyan. Es brillante pero inaguantable.
Después de un trágico suceso que deja a su compañero en silla de ruedas, Carl se culpa por ello. Parece que la única opción de conservar su trabajo es dirigir un nuevo departamento que se dedicará a resolver casos antiguos.
Al principio, el Departamento Q lo forman el detective Morck, un montón de archivos de casos no resueltos y una oficina en el sótano, junto a los lavabos. Poco a poco Morck avanza en al investigación y su departamento va cobrando forma.