The resident

El ritmo frenético del cuerpo de médicos que trajo, en 1982, la serie estadounidense Hospital y que más tarde, en 1994, recogía Urgencias (ER) se intuye ahora en The resident. Este título bebe también del áurea inconformista y gamberra que nos regaló House a principios del siglo actual. Y explota el perfil del protagonista superdotado como lo hizo Bones o, más recientemente, lo hace The good doctor.

Todo este preámbulo nos sirve para ubicar The resident, una serie que se inspira en una larga lista de títulos anteriores de los que se extraen las ideas y se diluyen para no sobresalir unas sobre las otras. Por tanto, The resident no despunta por un ritmo frenético, ni por ser irreverente, ni por llevar al protagonista al pedestal de los extremos. Es un conglomerado de lo que ya hemos visto, pero bien proporcionado y unido con moderación.

De esta forma, estamos ante un drama médico en el que tan importantes son los casos como las personas; en el que se plantean debates morales resueltos con desigual acierto, peligrosas vanidades y turbios acontecimientos; y en el que, también, se incita a la reflexión sobre el sistema sanitario, en este caso el americano.

Éticas a parte, The resident viene a rescatar la temática hospitalaria donde entran en juego las emociones, los juicios y las vidas privadas de sus protagonistas (por supuesto, con más tino que el que mostró Anatomía de Grey). Todo ello en una producción acompasada, ligera y entretenida.

El personaje principal lo asume Matt Czuchry (Las chicas Gilmore, The Good Wife) a quien ayuda la amabilidad de sus rasgos risueños. El resto, sin ser llamativo, es igual de eficaz. Los casos médicos, por su parte, recorren el amplio pasto de la anatomía humana y, quizá, aturden algunas escenas más sangrientas y otras menos elegantes.