Muertos para mi

Una mujer, Liz Feldman, se pone al frente de este título esencialmente femenino. Dos protagonistas, dos dramas vitales y dos historias que contar.

En esta propuesta, Jen y Judy son dos mujeres con las que, en la vida real, solo te relacionarías por pena o por obligación. Jed es explosiva, violenta, impredecible y antipática. Judy, por su parte, es cariñosa, sensible, dependiente y maleable. Ambas, en sus personajes extremados y paródicos, comparten una inestabilidad emocional que procede de su baja autoestima.

Por este motivo, la amistad que nace entre ellas ni es real ni es sincera. Es el resultado de la necesidad, en gran parte egoísta, de querer ser queridas. Y así se desarrolla la historia, entre lágrimas, risas, torpezas y “casualidades”.

El tono de comedia ya avisa al espectador de que Muertos para mi no es un tratado sobre la amistad, el perdón, la culpa ni nada parecido. Sino que se trata solamente de un relato para entretenerse de forma superficial. Y aunque regala, eso sí, algunos momentos divertidos, a veces crees estar ante unas adolescentes en plena crisis de los cuarenta.

Sin duda, lo mejor de este producto, es la composición de un guión que sabe sorprender con giros y resoluciones inesperadas. A pesar de los vaivenes de los caracteres femeninos (que acaba siendo pura monotonía) la trama más eficaz es la resolución del crimen y es, seguramente, por este motivo por el que la mayoría querrá llegar al final de la primera temporada.

Firma: Mar Pons