El Cid

El primer proyecto de producción propia de Amazon Prime Video no puede ser más interesante. Para tal cometido se ha elegido la figura del Cid, uno de nuestros personajes más conocidos. Desde una perspectiva más histórica que artúrica, esta primera temporada pretende acercarnos a los primeros años de Rodrigo Díaz.

El Cid es una serie de contrastes. Después de ver los cinco capítulos que forman su primera temporada (aunque de momento no hay anunciada una segunda), encontramos ciertos elementos interesantes. De entrada, la ambientación reluce gracias al gran apartado artístico de interiores y exteriores. En este tipo de series resulta fundamental y El Cid cumple con creces. Tanto el vestuario como los decorados consiguen que el espectador viaje mil años atrás a la Castilla de Fernando I.

A este acertado apartado visual, acompaña la actuación de dos de los personajes con más peso en la trama: Rodrigo Díaz y doña Urraca. El primero, interpretado por Jaime Lorente, rebosa carisma y consigue representar perfectamente al Vivar histórico. Por su parte, entorno a Alicia Sanz (Urraca) giran todas las traiciones palaciegas a las que la época nos tenía acostumbrados. La actriz encarna a un sibilino personaje que representa odio, ambición y traición a partes iguales, lo que ya es mucho.

Pero El Cid también tiene puntos oscuros, y da la sensación de que no sabe si pretende ser un Juego de tronos a la española –la escena de Urraca en el trono de su padre no tiene precio- o un Amar en tiempos revueltos medieval. De entrada, el argumento destila un desequilibrio narrativo importante. Tan pronto estamos ante una serie de aventuras o de intrigas palaciegas como en una versión patria de Braveheart. Esto hace que no sepamos muy bien a qué público va dirigida. Podría parecer una serie centrada en hacernos conocer mejor al Cid pero, de repente, encontramos una carnicería sangrienta en forma de batalla o una escena de cama made in Spain.

Por otro lado, no nos queda claro si la producción quiere representar una historia medieval o una adaptación moderna. Encontramos vocabulario y expresiones tan variopintas como “vuesa merced” o “joder”, lo que descoloca bastante. Por otro lado, refleja un excesivo feminismo que puede resultar muy reivindicativo hoy en día pero que no tiene cabida en la sociedad del medievo. El intento de representar a una reina sin corona que pretende recuperar su trono es difícilmente identificable con una sociedad totalmente patriarcal donde esos derechos estaban intrínsecamente aceptados.

Por todo ello, El Cid resulta una sugerente producción que navega en demasiados mares y el resultado no acaba de ser todo lo interesante como cabría esperar. Tiene buenas ideas y es una producción visualmente bonita, pero adolece de no saber posicionarse entre la competencia ni qué representar.

Firma: José Carlos Amador