A partir de unos cuantos rasgos biográficos del histórico P.T. Barnum y otros de su propia cosecha, Jenny Bicks (Un sueño para ella, Río 2 y varias series televisivas) y Bill Condon (responsable de otros musicales como Dreamgirls o Chicago) crean una fábula sobre la figura tan americana del empresario creativo.
Michael Gracey debuta con ellos como director, en una producción que pretende cautivar al gran público y, para ello precisamente, pone en el asador todos los elementos del showbusiness. Por un lado, una trama, como se ha dicho fabulesca (que no fabulosa) en la que priman los grandes temas, los grandes rasgos en los protagonistas, las grandes emociones y los grandes saltos de guion para abarcar moralejas relativas al ascenso y descenso social, a la familia, a la amistad, a la igualdad entre seres humanos y a la magia de dar vida a un espectáculo.
Esa gran dimensión es el agujero por donde se pierde la calidad del tejido narrativo. Las fórmulas de caracterización de personajes, conflictos y sentimientos son justamente eso: fórmulas, eso sí expuestas en un escaparate que constituye el otro gran eje de la película. Y es que, por otro lado, encontramos un casting que quiere abrazar a varias generaciones, sin perderse la generación Disney Channel y una música y coreografía que adoptan la anacronía como estrategia de marketing.
Benj Pasek y Justin Paul (letristas en La La Land) son dos de los cuatro encargados de las canciones que navegan entre el pop, el rock, el hip hop y los ecos maquineros añorando la viralidad juvenil y la comercialidad, en detrimento de la calidad vista en piezas de otros musicales o del riesgo de la innovación. Las baladas son conservadoras (“Millions dreams”, “Never enough”, “Tightrope”), a la vez que destaca la protagonizada por la mejor voz del film, la de Keala Settle: “This is me”. Quizá en las rítmicas “Come alive” o “From now on” se incoa lo que podría haber sido este musical si el camino en la realización y montaje hubiera sido más de musical fílmico (con virtuosas y audaces coreografías), y menos de videoclip dominado por los efectos y el sonido; de hecho, en varias composiciones queda escondida la voz de los intérpretes.
Sin duda con sus méritos, El gran showman sigue la estela de la figura que retrata: amor por la pirotecnia, deseo de hacer aplaudir al espectador y ansia de premios y recaudaciones.
Firma: Lourdes Domingo
P.T. Barnum es un humilde hijo de un sastre que sueña con hacer algo grande en la vida. Cuando pasan los años, logra salir de la pobreza y se casa con Charity, una joven de familia de alta posición. Poco después, Barnum empieza a consolidarse como creador de espectáculos estrafalarios y novedosos.