Joachim Trier firma una esperanzadora historia paternofilial sobre las barreras comunicativas dentro de la familia y la posibilidad de reconciliación tras la ausencia de un ser querido. El cuarteto protagonista elevan el conjunto.
Hay en la disposición familiar de los personajes de Valor sentimental una clara similitud con aquella de El amor es más fuerte que las bombas (ambas escritas conjuntamente por Eskil Vogt y Joachim Trier): la falta de una madre, la ausencia afectiva de un padre (o sus dificultades relacionales) y dos hijos en estados distintos de la vida. Sin embargo, en su nueva película no solo hay un cambio de hijos a hijas, sino que la historia se llena de una mayor luminosidad narrativa.
En el aspecto técnico, Trier mantiene esa imagen que aboga por una luz natural, engrisecida y algo fría por momentos, bajo la que tampoco se abre un gran abanico cromático. Esto facilita un acercamiento realista de la trama, mientras que depura las apariencias de una casa familiar que se convierte casi en un personaje más.
Dentro de esa mansión agrietada, como se muestra al comienzo del film, el director nórdico desata los “tira y afloja” relacionales entre padre e hijas, a la par que nos habla, mediante flashbacks y voces en off, sobre el impacto del pasado sobre las personas y sus errores presentes. En ese intercambio de dinámicas, el guion avanza hacia una reconciliación que antes hace pasar a sus personajes por el entendimiento mutuo, la recuperación de una comunicación sana y la distensión de rencores enquistados.
Aunque en apariencia se construye sobre un profundo drama, Vogt y Trier saben dotar a la historia de un humor, sutil y preciso, que refuerza la humanidad, permite aliviar las tensiones y otorga verosimilitud a sus personajes. Asimismo, estos son interpretados por un cuarteto de protagonistas que resultan hipnóticos en sus altibajos, en sus inseguridades y en sus gestos. La química entre las diversas interacciones permite desvelar un nivel de intimidad que refuerza el carácter más emocional del film.
Así pues, en su cierre, Valor sentimental se desprende de todos sus vértices formales y del espacio –como un personaje más– para poner el foco en la sencillez del plano contraplano (el reencuentro entre Nora y Gustav) y el gesto (el regreso de uno a la vida del otro). Ahí deja a ambos, con las heridas cicatrizadas, mientras se aleja en un travelling out para concederles intimidad y revelar el marco de la ficción como un lugar para contar y sanar las afecciones más humanas y universales.
Firma: Yoel González
Nora y Agnes han crecido en una casa donde la ausencia de su padre Gustav, un reputado director de cine, siempre ha estado presente. Tras un tiempo distanciados, Gustav les hace una visita inesperada y le ofrece a Nora protagonizar su próxima película con tintes autobiográficos. La joven se niega, pero su padre no piensa abandonar el proyecto por lo que contrata a una prometedora estrella de Hollywood para ocupar su lugar. Ambas hermanas deberán lidiar nuevamente con su padre, el rodaje que se prepara en su antigua casa, la joven actriz que parece estar suplantándolas y un pasado aún sin cicatrizar.