The Batman

Quien pensara, como yo, que DC había perdido definitivamente la guerra cinematográfica con Marvel y quien creyera, como yo, que nada nuevo podía esperarse del hombre murciélago creado por Bob Kane, se llevará con The Batman, de nuevo como la que suscribe, una grata aunque tremenda sorpresa.

The Batman es una película dura y fascinante. Muy oscura, muy lluviosa y de una asfixiante verosimilitud. El guion, plagado de mentiras, traiciones, corruptelas, rencores y violencia, se enreda, y enreda al espectador, serpenteando por los recovecos de la trama como los personajes se mueven y camuflan en las destartaladas ruinas de la ciudad o los macabros y decadentes edificios. Sin abusar, utiliza numerosos planos cortos, muy pegados tanto al héroe como al villano, impidiendo cualquier respiro o vía de escape.

Las dos magníficas escenas iniciales plantean el fondo y la forma del largometraje: oscuridad y maldad. Y a partir de ahí, asistimos al regreso de una figura, Batman, que va recuperando, poco a poco, la razón de ser de los superhéroes originales: el sinsentido de la venganza, la lucha contra la desesperanza, el sacrificio personal y una sutil e interesante reflexión acerca de que la primera víctima de un crimen es el alma del propio criminal. Una apuesta por la épica clásica que se ve plasmada en la escena final, no revelo nada, en la que “casi” hay algo de luz y, por una vez, no llueve.

Con The Batman asistimos a un verdadero trabajo cinematográfico, un trabajo de conjunto en el que todo el equipo (técnico, artístico, etc.) contribuye con una ambiciosa profesionalidad.

Matt Reeves, quien dirige el film y es coguionista con Peter Craig, recoge bastante de la tradición anterior del entorno DC. Incluye una catástrofe cruzada con insurrección popular, como en Joker o en el final de la trilogía de El caballero oscuro de Christopher Nolan aunque plasma una Gotham decadente más cercana a la de Burton o a Blade Runner.

Pero, sobre todo, Reeves y Craig construyen un protagonista muy sólido y coherente, con un pasado muy marcado, a la vez que libre y autónomo para huir de determinismos y evolucionar, de alguna manera, sobreponiéndose a la fauna de indeseables con los que se va encontrando. El insulso Robert Pattinson, una nueva sorpresa, se ajusta a la perfección a este reflexivo Bruce Wayne.

El resto del elenco cumple con creces en los diferentes papeles, con acertada contención los malvados y con seriedad y aplomo los íntegros y coherentes.

Entre todos, interpretan una gran historia a través de la sofocante paleta del director de fotografía Greig Fraser, el recio vestuario de Jacqueline Durran o los siempre electrizantes efectos especiales de ILM.

Mención aparte merece la banda sonora de Michael Giacchino, quien impulsa como nadie la épica del superhéroe con tono de romanticismo decimonónico, pulsando la emoción, el drama e incluso la contundencia wagneriana.

El resultado de los desvelos de tantos buenos profesionales son tres horas que se pasan en un suspiro. Es cierto que el desenlace se alarga innecesariamente, pedaleando, supongo, entre el cierre de la historia y dejar una puerta abierta para continuar la saga. Esta breve caída de tensión, sin embargo, no permite zafarse la intensidad del drama vertiginoso al que estamos asistiendo.

Firma: Esther Rodríguez