Una historia de fraternidad y desamor entre las bombas de la II Guerra Mundial de la mano de Bots. La trama se complica y alberga distintos secretos y misterios.
Secretos de guerra es una historia de personas mayores encarnada por niños de 12 años. Los jovencitos actores protagonistas son conmovedores en sus actuaciones, pues representan muy bien sus papeles, pero a los guionistas se les ha ido un poco la mano, tanto, que la película resulta ridículamente tierna.
Es una lástima, porque la fotografía y la realización son muy correctas, así como la ambientación. Pero las imágenes resultan repetitivas, en el contenido y en la forma. Las acciones poco causadas, los personajes arquetípicos, las situaciones antinaturales y los verbalizados conflictos de adultos en la piel de un niño (así como estos primeros parecen bobos) llegan a parecer irreales e imposibles de asimilar sin soltar una carcajada de incredulidad. La distancia entre la pantalla y el espectador va en aumento, a la par que el gradual aburrimiento.
Otro problema es que no se maneja el ritmo al principio y el espectador se desengancha enseguida de la narración. También por ser un argumento que hemos visto millones de veces desde puntos de vista diferentes –ahora a la danesa–, desde los ojos de un niño como El niño con el pijama de rayas, La guerra de los botones o La ladrona de libros y otras tantas películas históricas sobre la Alemania nazi.
Al final, nos quedamos con una historia previsible pero bien realizada, apta para un público familiar, que hubiera llegado a ser lo que quería con personajes algo más maduros.
Firma: Begoña Arribas
1943 en los Países Bajos. Aunque el país está siendo ocupado, para Tuur y Lambert, traviesos chicos de 12 años, la guerra no es más que una fantástica inspiración para sus juegos entre los bosques y misteriosas cuevas. Cuando Maartje, una divertida y honesta chica, llega a la ciudad para vivir en una granja cercana, Lambert comienza a sentirse excluido porque Tuur parece prestarle más atención a ella que a sus antiguas diversiones comunes. Celoso, Lambert le cuenta a su padre, alcalde y simpatizante del nazismo, una pequeña infracción que ha descubierto en casa de Maartje. Pero lo que el chico no sabe es que, al actuar así, está revelando indirectamente un secreto mucho más profundo que puede poner en peligro la vida de Maartje. Los acontecimientos posteriores se convertirán en una auténtica prueba para Lambert y Tuur: ¿podrán ya fiarse el uno del otro? ¿Puede mantenerse una amistad en medio del odio que siempre genera una guerra?
