La ladrona de libros

Markus Zusak, hijo de padre austríaco y madre alemana, publicó en 2005 la novela juvenil que reconoció de paso sus trabajos anteriores. Con más de 8 millones de copias vendidas en todo el mundo, este australiano se inspiró en los relatos de infancia que escuchó de sus padres para componer La ladrona de libros.

En la línea de cierto realismo mágico y tono de fábula, la película compone una adaptación que también parte del mismo narrador omnisciente y particular del libro, la muerte. Michael Petroni es un guionista conocido sobre todo por haber participado en la saga Narnia y ser autor de la adaptación de El rito. Aquí realiza el complicado trabajo de sintetizar un texto extenso en apenas 130 minutos, con un acabado no del todo satisfactorio.

El film intenta unir dos tramas: la sucesión de acontecimientos histórico-político y bélicos que afectan a los habitantes del pueblo, y la evolución de la pasión de Liesel por la lectura y, finalmente, la escritura, como redentora y salvadora no sólo moral sino también físicamente. Por un lado, la primera resulta sencilla, a pesar de ser algo pretenciosa en su dibujo del panorama social que, ocasionalmente, se presenta con trazos algo gruesos en su caracterización de personajes y situaciones. Quizá se busca simplificar para llegar al público más joven.

Por otro, la segunda se impregna de ilusión y múltiples motivos (escenarios como el mural del sótano o la biblioteca, pasajes de libros o la inspirada lección de Max cuando enseña a relatar a Liesel lo vivido desde su punto de vista), que marcan su intención poética y su tono bucólico en medio de la guerra.

En este sentido, Brian Percival ofrece una dirección sólida, que sigue los pasos del texto y que deja traslucir lo importante, sin detenerse en maniobras de estilo; algo que tenía ejercitado en sus trabajos como realizador de series en la BBC, como Norte y Sur, y unos cuantos capítulos de la estrella de ITV Downton Abbey.

Sin embargo, el conjunto se resiente de una apresurada síntesis de conflictos (extraídos del extenso libro), que se acumulan, provocan giros y no mantienen los mínimos tiempos de desarrollo narrativo; algo que afecta al dramatismo, sin llegar a fracturar completamente el film.

Se trata de una buena oferta para el público juvenil que, desde los 10 años, está falto de películas que puedan ofrecerles algo más de densidad y pasión por la realidad y la fantasía, al mismo tiempo.

Firma: Lourdes Domingo