Greta Gerwig consigue una adaptación de la famosa novela Mujercitas, donde pervive lo clásico y resalta, a la vez, la personalidad narrativa que le imprime la guionista y directora.
Greta Gerwig se lanza a por una adaptación de la ya multi adaptada obra de Louisa May Alcott. Tras su trabajo como guionista junto a su pareja Noah Baumbach en Frances Ha y Mistress America (piezas de que parten de un canon para saltárselo), Gerwig siguió en la misma línea para dirigir su primer largometraje, Lady Bird, también iconoclasta y bastante autobiográfico.
Y, como sucede con tantas mujeres escritoras, la obra de Alcott es también, en cierto modo, su biografía. Por eso, y con los antecedentes creativos de la directora, se podría tener algo de miedo a la versión que pudiera llegarnos.
No obstante, la cineasta californiana ha respetado el tono clásico y sereno de la obra original y ha aprovechado parte de la correspondencia de Louisa May Alcott para elaborar un guion donde se subraya lo metanarrativo sin llegar a estorbar ni distorsionar la lectura convencional.
En esa línea, la trama se organiza rompiendo el orden cronológico en una apuesta muy propia de la dramaturgia contemporánea. Con ello, se busca acentuar algunos aspectos: crear el contraste entre los momentos felices y los momentos más amargos; la cara y la cruz de la vida que tan bien ha dibujado esta novela.
Al mismo tiempo, esta dinámica entre presente y pasado deja que los personajes hagan como el espectador: una lectura distinta o complementaria del libro según la etapa de la vida en la que se encuentren (niñez, adolescencia, juventud, madurez…), según esté forjando sus metas o haciendo revisión de ellas. En este sentido, Greta Gerwig revela que “un análisis interesante que saco de Mujercitas es que es uno de los pocos libros infantiles que no trata sobre huir. Hay valentía, pero es un viaje heroico contenido dentro de una casa”.
Visualmente, la directora justo permite hacer esos viajes emocionales y en el tiempo gracias a la labor de la fotografía de Yorick Le Saux y del diseño de vestuario de Jacqueline Durran. Ambas parten de cierta inspiración en la iconografía del impresionismo europeo y del autóctono norteamericano Winslow Homer para resaltar los colores y tonos en muebles, ropajes y luz natural que acompañan la educación sentimental de las protagonistas.
Otra de las singularidades de esta Mujercitas también recoge algo propio del mundo Gerwig: los sonidos de la diversión, de la despreocupación bromista y del talento femenino que mezcla impulsividad y sutileza. Por eso, Jo con su personalidad juguetona (e incluso la especie de alter ego masculino que es Laurie en este film) y sus coreografías y gestos casi infantiles dan paso, de la mano de las demás hermanas March, a un protagonismo sonoro.
El ruido de la alegría está en primer plano y marca el tono e incluso el modo de relatar las cosas. Esos zapatos corriendo por las escaleras, las músicas, los bailes, los gritos y las frases entrecruzadas hacen más severos y significativos los momentos de silencio. Y dejan, al final, una sincera película sobre qué significa vivir y vivir con significado.
Firma: Lourdes Domingo
Las cuatro hermanas March son muy distintas entre sí. Aprenden a crecer juntas, mientras se cruzan en sus vidas vecinos, familiares, ideales, pasiones, pero también acontecimientos como la Guerra Civil.
