Mank

David Fincher tiene el honor de presentar su personal homenaje al celuloide. Se trata de una querencia de muchos cineastas: la voluntad de celebrar el séptimo arte a través del mismo medio de expresión y con un relato que sea, a la vez, una reflexión sobre el cine, su lenguaje, su sistema, profesionales, etc.

Para Fincher, además, lo de “personal” se acentúa porque Mank es un proyecto que escribió su padre (Jack Fincher) en los años 90 y que ambos intentaron mover durante esa década, con nulo éxito. La muerte de su progenitor en 2003 no desalentó al director de Seven.

Y no fue hasta hace poco –con un Netflix sin miedo al blanco y negro (Roma) y con un Fincher agotado tras la segunda temporada de Midhunter– que la historia sobre Herman J. Mankiewicz no vio literalmente la luz. Como uno de los grandes guionistas del esplendor clásico (los 30 y 40) y como afilado conversador social, Mankiewicz recibe aquí los honores de guionista reputado de Ciudadano Kane y de un titubeante, por las fragilidades que ocasionaba su alcoholismo, defensor de la integridad y responsabilidad social del artista.

Es curioso cómo el guion de Mank adquiere un tono, densidad y velocidad cercanos a Aaron Sorkin, con quien Fincher redondeó La red social. Cargado de referencias a personajes clave del momento, también de una época determinante para el nacimiento (tal y como las consideramos hoy en día) de las noticias falsas, quizá sea precisa alguna muletilla para seguirla con tranquilidad; por ejemplo, un “diccionario” de personajes que algunos han colgado con generosidad en internet.

Al mismo tiempo, y en la línea sorkiniana, el libreto juega con frases ingeniosas y con un paralelismo evidenciado con la cervantina quijotesca, mientras abunda en un tema también metacinematográfico como es la autoría de la obra. Política, medios de comunicación, majors y grandes productores, guionistas, directores, actores y actrices, así como empresarios, configuran un universo dibujado con una mirada crítica, aunque no amarga y con un punto de hagiografía.

Para todo ello, la dirección de Fincher vuelve a confiar en la fuerza del montaje a la que casi obliga una estructura en flashbacks, señalados aquí con un transparente etiquetado de guion tan voluntariamente bisoño como los chroma aplicados.

Por lo que respecta a la realización, el cineasta demuestra su dominio del lenguaje de la transparencia, que tan bien encaja en una pieza de esa época, y de la proporcional transición entre planos fijos generales y conjuntos con travellings ligeros. Su objetivo abunda en que nos centremos en la trama, su contenido y sus juegos.

Mank es una pieza de especial valor para los amantes del cine, sin rebuscados recovecos estilísticos ni muchas complejidades morales.

Firma: Lourdes Domingo