Una emotiva historia basada en hechos reales y construida con los testimonios de esos mismos. Si bien destaca por la humanidad de su realización, el reparto (en su mayoría) no profesional y los mensajes redondean la obra.
Con el tercer largometraje en su filmografía, Greg Kwedar regala una historia hecha desde el corazón y no únicamente basada en hechos reales, sino construida con los mismos testimonios que la protagonizan. Para ello, parte de las vivencias de John Divine G Whitfield y Clarence Maclin, mientras que se acompaña de la obra teatral de Brent Buell (Breakin’ The Mummy’s Code) que los verdaderos presos de Sing Sing interpretaron y del artículo publicado en Esquire por John H. Richardson: The Sing Sing Follies.
La gestación de la función sirve como esqueleto narrativo de la película, pero son los relatos individuales de cada uno de los personajes los que otorgan capas y un trasfondo emotivo al conjunto. A través de un juego de planos exteriores –para recordar la condición de los reclusos– y de los rostros, se consigue conjugar un ambiente de profunda humanidad que, si bien remarca el encierro, no intenta emitir ningún juicio sobre los individuos allí. Las vidas de Sing Sing busca justamente ahondar en esas voces singulares de cada uno y en cómo, al igual que en todas nuestras vidas, hay momentos para el drama y la comedia.
La alternancia de tonos se acentúa con momentos que recuerdan a lo documental, pues gran parte del elenco son los propios presos interpretándose a sí mismos. Incluso Clarence Maclin, en su magnífico papel co-protagonista, es un antiguo convicto, que hace de él mismo durante su período de prisión. Tan solo Colman Domingo como Divine G. y Paul Raci como el educador social del taller son los actores profesionales en el reparto, ambos, eso sí, ofreciendo unas interpretaciones de una suma honestidad. Todo ello aporta gran naturalidad y frescura a las dinámicas grupales que enriquecen el film.
Aunque el guion tiene algunas irregularidades de ritmo, nunca decae y logra sobre todo destacar una colección de mensajes positivos. Las vidas de Sing Sing no solo habla de la capacidad sanadora del arte –el teatro en este caso– y la posibilidad de rehabilitación, liberación y libre expresión que este permite, sino que expone valiosas relaciones humanas, presenta la construcción de amistades positivas, promueve la empatía y muestra el poder de la resiliencia.
Firma: Yoel González
Un grupo de convictos del Centro Penitenciario Sing Sing, una prisión de máxima seguridad, se prepara para montar una obra dramática para la próxima temporada como parte del taller de teatro. Divine G, encarcelado por un crimen que no cometió, y el resto de integrantes se deciden a seleccionar a nuevos miembros para un reparto ampliado. Entre ellos, animan a un conflictivo Clarence Maclin a formar parte de la compañía. Cuando finalmente se une, el teatro comenzará a hacer para él lo que ha conseguido con el resto: ofrecer un espacio donde apreciar el mundo de forma optimista y luchar por un futuro mejor.