El reverendo

El director Paul Schrader abandona, espero que momentáneamente, la acción y la violencia para adentrarse en el complejo mundo de las crisis existenciales con componente religioso incluido. En esta cinta, que Schrader escribe y dirige, emprende, sin éxito, un viaje hacia una crisis de fe por un camino carente de claves verdaderamente religiosas y repleta, por el contrario, de interesantes elementos socio-antropológicos que Schrader desperdicia con impunidad.

El relato tiene fuerza y está indudablemente bien filmado. La fotografía sobria, que combina con lacerante efectividad lo apagado y lo nítido, ahonda en la desolación y la frialdad que anega el alma del reverendo Toller. La interpretación de Ethan Hawk responde a lo esperado y, mientras el guion le deja, da una estupenda lección de posturas y gestos cotidianos atenazados por su angustia interior.

Pero Schrader no es el Unamuno de San Manuel Bueno mártir; ni siquiera la Mercedes Salisachs de Vendimia interrumpida. Y eso se nota y se paga en una historia donde lo religioso está ausente desde un principio de la vida del protagonista y queda solo para frases autodestructivas o sermones de telepredicador.

La deriva activista del reverendo y su brote revolucionario refuerzan lo epidérmico y superficial de las elucubraciones mentales del director y terminan por desequilibrar un guion donde lo aburrido y durmiente solo es interrumpido por lo desconcertante e inexplicable. Menos mal que, al menos, el poder redentor del amor irrumpe para dar aliento a un producto asfixiante y, lo que es peor, vacío.

Firma: Esther Rodríguez