El protector

Antonio Banderas se pone en la piel del sicario Cuda, que trabaja para una organización criminal en Miami. El nombre es un guiño al coche que conduce el protagonista, un Plymouth Barracuda –de hecho, inicialmente el film se iba a llamar así, al estilo Gran Torino–. El rol del malagueño se ajusta a todos los estereotipos existentes del thriller de mafias: es un malote, de pocas palabras y que busca la redención por los actos del pasado. Simple, pero eficaz, así es El protector.

En términos estéticos es una cinta oscura con tintes de cine negro. El problema es que existen títulos recientes que han reinventado este género, dejando un listón muy alto: John Wick, etc. No obstante, se intentan tapar las carencias con un despliegue de acción y violencia que incrementa a medida que se desarrolla la trama.

Durante el primer arco, Cuda apenas tiene protagonismo y le cede la mayoría a Stray (Mojean Aria). Más adelante, se invierte su presencia hasta el punto en el que el espectador puede llegar a olvidarse de este último. Eso sí, ambos forman un buen equipo y se entienden bien en las escenas que comparten. La historia solo existe para justificar el ver a Banderas pegar tiros a diestro y siniestro y encajar a su personaje dentro de un relato de redención con el cual no se empatiza porque no se explica el pasado de este.

En general, El protector gustará a los fanáticos del género. Es cierto que no innova en nada, pero lo poco que hace, no lo hace mal. No tiene una larga duración (90 minutos) así que tranquilamente podría ser un plan de domingo por la tarde con un poco más de intensidad con respecto al resto de películas de sobremesa.

Firma: Gerard Casado